Libertad

Capítulo VII: Libertad #

Además del significado de « trabajo », hemos afirmado que, psicológicamente, la palabra karma implica « causalidad ». Cualquier trabajo, cualquier acción, cualquier pensamiento que produce un efecto se llama karma. Así, la ley del karma significa la ley de la causalidad, de la inevitable causa y secuencia. Dondequiera que haya una causa debe producirse un efecto ; esta obligación es insalvable, y esta ley del karma, según nuestra filosofía, es verídica en cualquier parte del universo. Veamos lo que veamos, sintamos lo que sintamos, hagamos lo que hagamos, cualquier acción que se produce en el universo, que es el efecto de un trabajo anterior, se convierte, a su vez, en una causa que producirá su propio efecto. Es necesario, junto a ello, considerar a qué nos referimos con la palabra ley. Con este vocablo hacemos referencia a la tendencia que tiene una serie — con el significado de « sucesión » — a repetirse. Cuando observamos que un hecho va seguido por otro — a veces, pueden ocurrir simultáneamente — esperamos que esa secuencia o coexistencia se repita. Nuestros antiguos lógicos y filósofos de la escuela nyaya1 llaman a esta ley vyapti. Según ellos, todas nuestras ideas sobre la ley se deben a esta asociación. Una serie de fenómenos se asocia en nuestra mente con ciertos elementos siguiendo una especie de orden invariable ; de esta forma, todo lo que percibimos en un momento cualquiera se relaciona en la mente con otros hechos. Según nuestra filosofía, toda idea, toda ola que se produce en la mente — chitta — siempre debe desencadenar varias olas similares. Esta es la idea psicológica de la asociación, y la causalidad solo es un aspecto de este gran y extendido principio de asociación. La omnipresencia de la asociación es lo que se llama en sánscrito vyapti. La idea de ley es la misma tanto en el mundo exterior como en el interior : la esperanza de que un fenómeno concreto sea seguido por otro y que la serie se repita. En realidad, la ley no existe en la naturaleza. Prácticamente, es un error decir que la gravedad existe en el planeta, o que hay una ley que existe objetivamente en la naturaleza. La ley es un método, la manera en la que nuestra mente comprende una serie de fenómenos. Todo se encuentra en la mente. Algunos fenómenos que ocurren simultáneamente o uno detrás de otro, seguidos por la convicción de la regularidad en cuanto a su repetición y, por tanto, que permiten a la mente comprender el método de la serie completa, constituyen lo que llamamos ley.

La siguiente cuestión que se debe considerar es a qué nos referimos con « ley universal ». Nuestro universo es la porción de existencia caracterizada por lo que los psicólogos sánscritos llaman desa-kala-nimitta, lo que se conoce en la psicología europea, respectivamente, como « espacio », « tiempo » y « causalidad ». Este universo es solo parte de una existencia infinita, moldeado de una forma particular y compuesto por espacio, tiempo y causalidad. De ello se deduce necesariamente que la ley solo es posible dentro de este universo condicionado ; más allá de él no puede existir ley alguna. Cuando hablamos del universo nos referimos únicamente a esa porción de la existencia que se encuentra limitada por nuestra propia mente. El universo sensible, que podemos ver, sentir, tocar, oír e imaginar, está sometido a la ley ; pero más allá de él la existencia no está sujeta a ella, pues la causalidad no se extiende más allá del mundo de la mente. Aquello que escapa al control de la mente y de los sentidos no está regulado por la ley de la causalidad, ya que no existe asociación mental en esta región ni existe causalidad sin asociación de ideas. Todo aquello que escapa a este control obedece a la ley de la causalidad — y se dice que está sometido a la ley — cuando es (existe) o cuando la existencia se moldea de una forma concreta y se le atribuye un nombre, pues toda ley tiene su esencia en la causalidad. De esta forma, vemos inmediatamente que no puede existir el libre albedrío. Las propias palabras son una contradicción porque la voluntad es lo que conocemos. Todo lo que conocemos se encuentra en nuestro universo, y todo lo que se encuentra en nuestro universo está moldeado por las condiciones de espacio, tiempo y causalidad. Todo lo que conocemos o podemos llegar a conocer debe estar sujeto a la causalidad, y lo que obedece a la ley de la causalidad no puede ser libre. Se encuentra bajo la influencia de otros agentes y se convierte, a su vez, en causa. Pero es libre lo que se convirtió en voluntad humana — antes no formaba parte de la voluntad — cuando cayó en el molde del espacio, tiempo y causalidad. Cuando esa voluntad escape de ese molde será libre de nuevo ; proviene de la libertad, es moldeada en la esclavitud y, al escapar de esta última, vuelve nuevamente a la libertad.

La pregunta que se plantea es de dónde procede este universo, dónde se establece y hacia dónde se dirige. A modo de respuesta, se dice que procede de la libertad, se establece en la esclavitud y vuelve a la libertad. Así, cuando decimos que el ser humano no es sino ese ser infinito que se manifiesta nos referimos a que el ser humano es solo una pequeñísima parte de aquel : la mente y el cuerpo que podemos ver son solo una parte del todo, un granito del ser infinito. El universo entero también es una pequeña porción del ser infinito. Nuestras leyes, nuestras servidumbres, nuestras alegrías, nuestros pesares, nuestra felicidad y nuestras esperas se encuentran únicamente dentro de este pequeño universo ; todas nuestras progresiones y digresiones están encerradas dentro de sus límites. Ven lo pueril que es esperar una continuación de este universo — una creación de nuestra mente — e ir al cielo, lo que, después de todo, significa solo una repetición del mundo que conocemos. En seguida comprobamos que es imposible y pueril el deseo de hacer que la existencia infinita al completo se adapte a la existencia limitada y condicionada que conocemos. Cuando una persona dice que nunca dejará de tener lo mismo que tiene en ese momento, o cuando, como a veces he mencionado, busca una religión cómoda, sepan que ha alcanzado tal nivel de bajeza que no puede pensar en nada más elevado que lo que esa persona es ahora : su pequeño entorno actual y nada más. Ha olvidado su naturaleza infinita, y todas sus ideas se encuentran reducidas a los pequeños celos, pesares y alegrías del momento. Piensa que el entorno finito es el infinito, y no solo eso, sino que no se desprenderá de su ingenuidad. Se agarrará desesperadamente a trishna, la sed de vida, lo que los budistas llaman tanha y trissa. Puede haber millones de tipos de felicidad, de seres, de leyes, de procesos y de causalidad, que actúan más allá de este pequeño universo que conocemos y que, después de todo, comprenden tan solo una pequeña porción de nuestra naturaleza infinita.

Para conseguir la libertad debemos ir más allá de las limitaciones de este universo, pues en él no podremos encontrarla. El equilibrio perfecto, o lo que los cristianos llaman « la paz que sobrepasa todo entendimiento », no se puede obtener en este universo, ni en el cielo ni en ningún lugar al que puedan llegar nuestra mente y nuestros pensamientos, un lugar donde los sentidos puedan sentir y la imaginación pueda imaginar. Un lugar así no puede darnos la libertad porque se encuentra dentro de nuestro universo ; por tanto, está limitado por el espacio, tiempo y causalidad. Debe de haber lugares más etéreos que nuestro planeta, donde los placeres sean más intensos ; pero incluso esos lugares se encontrarían en el universo y, por tanto, sometidos a la esclavitud de la ley ; por esta razón, tenemos que ir más allá, hasta el lugar en el que la verdadera religión comienza : el fin del universo. Los pequeños pesares y alegrías y el conocimiento de las cosas terminan en ese punto, y la realidad comienza a partir de él. Hasta que no renunciemos a la sed de vida — la fuerte atadura a nuestra existencia condicionada y pasajera — no tendremos la esperanza de vislumbrar siquiera mínimamente la infinita libertad del más allá. Entonces, parece lógico que solo haya una forma de lograr esa libertad que es la meta de todas las aspiraciones nobles de la humanidad : renunciar a esta pequeña vida, a este pequeño universo, a esta tierra, al cielo, al cuerpo, a la mente, a todo lo que esté limitado y condicionado. Si renunciamos a nuestra atadura al pequeño universo de los sentidos y de la mente, seremos libres en seguida. La única forma de escapar de la esclavitud es ir más allá de las limitaciones de la ley, más allá de la causalidad.

Ahora bien, es más que difícil renunciar a la adhesión a este universo ; tan solo algunos lo consiguen. Nuestras Escrituras hablan de dos maneras : la primera se llama *neti, neti *(« esto no, esto no »), que es la manera negativa ; la segunda, *iti *(« esto »), que es la manera positiva. La manera negativa es la más difícil ; solo está al alcance del ser humano más espiritual, cuya mente excepcional y su enorme voluntad hacen que se ponga en pie y diga : « No, no quiero esto », y su cuerpo y mente obedecen a esa voluntad, haciendo que lo consiga. No obstante, las personas así son escasas. La inmensa mayoría de la humanidad escoge la manera positiva, la manera *mediante *el mundo, que es aprovechar todas las servidumbres para, justamente, terminar con ellas. Esto también es un tipo de renuncia, solo que se lleva a cabo de forma gradual y despacio, aprendiendo, disfrutando de las cosas, obteniendo experiencia de ello, conociendo la naturaleza de las cosas hasta que la mente las deja partir y se desata. La primera forma de desprenderse de la atadura consiste en el razonamiento, es el camino del jnana yoga, caracterizado por la renuncia absoluta a trabajar ; la segunda es a través del trabajo y la experiencia, es el camino del karma yoga, en donde nunca se deja de trabajar. En este universo todos debemos trabajar. Los únicos que no trabajan son aquellos que están perfectamente satisfechos con el « yo », cuyos deseos no van más allá del « yo », cuyas mentes nunca se alejan del « yo », aquellos para los que el « yo » se encuentra por doquier. El resto debe trabajar. Una corriente de agua baja con fuerza, cae por una apertura en la tierra y provoca un remolino ; tras haber girado en el remolino emerge de nuevo, libre para continuar su camino como si nada. La vida humana es como esa corriente : penetra en el remolino, se sumerge en este mundo de espacio, tiempo y causalidad, da algunas vueltas gritando « mi padre, mi hermano, mi nombre, mi fama… », hasta que al final emerge y recupera su libertad original. El universo al completo hace eso. Lo sepamos o no, seamos conscientes de ello o no, todos trabajamos para escapar de la fantasía del mundo. La experiencia que el ser humano adquiere tiene por objetivo capacitarlo para que pueda escapar del remolino que es el mundo.

¿Qué es el karma yoga? El conocimiento del secreto del trabajo. Podemos ver que todo el universo está trabajando. *¿Por *qué? Por la salvación, por la libertad ; desde el átomo hasta el ser más grande, todo trabaja con un único fin : la libertad de la mente, del cuerpo y del espíritu. Todo está intentando ser libre, escapar de la esclavitud. El sol, la luna, la tierra, los planetas, todo intenta escapar de la esclavitud. Las fuerzas centrífugas y centrípetas de la naturaleza son típicas de nuestro universo. En lugar de vagar por él, y tras una larga demora durante la que sufrimos reveses al conocer las cosas tal y como son, aprendemos del karma yoga el secreto, el método y el poder de organización del trabajo. Puede que gastemos en vano gran parte de nuestra energía si no sabemos cómo utilizarla. El karma yoga hace del trabajo una ciencia, y nos enseña la mejor manera de utilizar los mecanismos de que dispone este mundo. El trabajo es inevitable y así debe ser, pero deberíamos trabajar por el fin más elevado. El karma yoga nos hace reconocer que este mundo es un mundo que dura cinco minutos, que es algo que debemos atravesar, que la libertad solo se puede encontrar más allá. Para encontrar la escapatoria a la esclavitud del mundo debemos atravesarlo despacio y con cautela. Puede que existan las personas excepcionales de las que acabo de hablar, las que pueden renunciar y mantenerse al margen del mundo al igual que una serpiente muda su piel y se aparta para observarla. No cabe duda del carácter excepcional de estos seres ; pero el resto de la humanidad tiene que atravesar despacio el mundo del trabajo. El karma yoga muestra este proceso así como el secreto y el método para sacarle el máximo partido.

¿Qué es lo que enseña? « Trabaja sin descanso, pero renuncia a todas las ataduras al trabajo ». No se identifiquen con nada ; mantengan libre su mente. Con todo, el dolor y la miseria no son sino las condiciones necesarias de este mundo ; la pobreza, la riqueza y la felicidad son solo pasajeras, pues no pertenecen en absoluto a nuestra verdadera naturaleza. Nuestra naturaleza se encuentra mucho más allá de la miseria y la felicidad, más allá de todo objeto sensible, de la imaginación ; no obstante, nunca podemos dejar de trabajar. « La miseria procede de la atadura, no del trabajo ». Tan pronto como nos identificamos con el trabajo que llevamos a cabo nos sentimos miserables ; pero si no nos identificamos con él, no sentiremos esa miseria. En general, una persona no se siente miserable si un hermoso cuadro que pertenece a otra se quema ; pero, ¿por qué sí se siente así cuando es su propio cuadro el que se quema? Ambos eran cuadros preciosos, quizás copias del mismo original, pero en un caso la persona siente mucha más miseria que en el otro. La razón es que en un caso se identifica con el cuadro, algo que no ocurre en el segundo caso. El « yo y lo mío » provoca toda la miseria. Del sentimiento de posesión procede el egoísmo, y el egoísmo trae consigo la miseria. Cualquier acto o pensamiento egoísta nos ata a algo, e inmediatamente nos convertimos en esclavos. Cada ola en *chitta *que dice « yo y lo mío » nos coloca en seguida una cadena y nos hace esclavos, y cuanto más digamos « yo y lo mío », más crecerán la esclavitud y la miseria. Así, el karma yoga nos enseña a disfrutar de la belleza de todos los cuadros que hay en el mundo, pero sin identificarnos con ninguno. Nunca digan « mío » ; la miseria aparecerá en cuanto digamos que algo es nuestro. Ni siquiera piensen en « mi hijo » ; posean al hijo, pero no digan « mi hijo ». Si lo hacen, la miseria vendrá a ustedes. No digan « mi casa », no digan « mi cuerpo ». Esa es toda la dificultad. El cuerpo no es suyo, ni mío ni de nadie, viene y va en función de las leyes de la naturaleza. Somos libres si nos comportamos como testigos. Este cuerpo no es más libre que un cuadro o una pared. ¿Por qué deberíamos estar tan atados a él? Si alguien dibuja un cuadro, lo hace y pasa a otra cosa. No piensen en el tentáculo egoísta « debo poseerlo » : la miseria comenzará tan pronto como lo hagan.

El karma yoga afirma que primero se debe acabar con la tendencia a pensar en ese tentáculo egoísta para, cuando se tenga el poder de controlarlo, aislarlo y no permitir que la mente sea bañada por la ola del egoísmo. Hecho esto, podremos salir al mundo y trabajar tanto como podamos. Vayamos donde vayamos nunca nos veremos contaminados por la maldad. La flor de loto en un estanque no puede ser alcanzada por el agua, el agua no puede adherirse a ella ; así seremos nosotros con respecto a la maldad. Esto recibe el nombre de vairagya, que significa « no atadura », « ausencia de pasión ». Creo haberles dicho ya que sin la no atadura no puede haber ningún tipo de yoga. La no atadura es la base de todos los yogas. Aquel que renuncia a vivir en una casa, a vestir ropas elegantes y a disfrutar de la buena comida puede vivir en un desierto y ser, no obstante, una persona más que atada. Su propio cuerpo — su única posesión — puede convertirse en todo para él ; de la forma en la que vive, se encontrará en una lucha constante por su cuerpo. La no atadura no significa que tengamos que hacer algo con respecto a nuestro cuerpo exterior : todo se encuentra en la mente. El « yo y lo mío », la relación que provoca la atadura, se encuentra en la mente. Si no nos relacionamos de esta forma con nuestro cuerpo ni con las cosas sensibles, estamos no atados, independientemente de donde estemos y seamos lo que seamos. Una persona puede encontrarse sentada sobre un trono y estar perfectamente desatada ; otra puede vestir harapos y, no obstante, estar mucho más atada que la anterior. Ante todo, debemos alcanzar el estado de no atadura, y después, trabajar sin descanso. El karma yoga nos ofrece el método con el que podremos renunciar a toda atadura, aunque lograrlo es muy difícil.

Esas son las dos maneras de renunciar a toda atadura. La primera es para aquellos que no creen en Dios o en otra ayuda del exterior. Se encuentran abandonados a sus propios mecanismos. Simplemente, deben trabajar con su propia voluntad y con los poderes de su mente y discriminación, diciendo : « No debo atarme ». Para aquellos que creen en Dios hay otro camino mucho menos difícil. Entregan los frutos de su trabajo al Señor ; trabajan y nunca se atan a los resultados. Todo lo que ven, sienten, oyen o hacen es para Él. No valoremos ningún beneficio o elogio que obtengamos de un buen trabajo que llevemos a cabo. Son del Señor, entreguemos los frutos a Él. Mantengámonos al margen pensando que solo somos sirvientes de Dios, nuestro Amo, y que cualquier impulso que nos hace actuar proviene de Él en cada momento. Independientemente de lo que veneremos, lo que percibamos y lo que hagamos, entreguemos todo al Señor y descansemos. Estemos en paz con nosotros mismos, en una paz perfecta, y renunciemos a todo — nuestro cuerpo y nuestra mente incluidos — a modo de eterno sacrificio en honor a Dios. En lugar del sacrificio de lanzar oblaciones al fuego, llevemos a cabo este único gran sacrificio día y noche : el sacrificio de nuestro « yo ». « Al buscar la riqueza en este mundo descubrí que Tú eres la única riqueza, y por Ti me sacrifico. Al buscar a alguien a quien amar descubrí que Tú eres el único amado, y por Ti me sacrifico ». Repitamos esto día y noche y digamos : « Nada es para mí ; poco me importa si es bueno, malo o indiferente ; por Ti me sacrifico ». Renunciemos día y noche a nuestra apariencia personal hasta que adquiramos ese hábito, hasta que la renuncia invada la sangre, los nervios y el cerebro, hasta que nuestro cuerpo al completo obedezca en todo momento a esta idea de autorrenuncia. Entonces, coloquémonos en medio del campo de batalla, con el rugir de los cañones y el estrépito de la guerra, y veremos que somos libres y estamos en paz.

El karma yoga nos enseña que la idea común del deber se encuentra en la esfera más baja ; pero todos tenemos que cumplir con nuestro deber. Ahora bien, todos somos capaces de ver que este peculiar sentido del deber es con frecuencia una importante fuente de miseria. El deber se convierte para nosotros en una enfermedad, nos aprisiona, nos arrastra, convierte nuestras vidas en miserables. Es el lastre de la vida humana. Esta idea del deber es el sol estival de mediodía que abrasa lo más profundo del alma de la humanidad. Observen a los pobres esclavos en sus labores. El deber no les deja tiempo para rezar ni para asearse, siempre está encima de ellos ; salen, trabajan y vuelven a casa pensando en el trabajo que les espera el día después. El deber está encima de ellos. Esa es la vida del esclavo, quien al final se derrumba en plena calle y muere con las riendas puestas, como un caballo. Este es el concepto que se tiene del deber. Ahora bien, el único deber verdadero es no atarnos y trabajar como seres libres, entregar nuestro trabajo a Dios. Nuestro deber al completo es Suyo. Benditos seamos nosotros, que somos solicitados en este mundo. Servimos nuestro tiempo, y quién sabe si lo hacemos bien o mal. Si lo hacemos bien, no recogemos los frutos ; si lo hacemos mal, tampoco tenemos que preocuparnos por ello. Descansemos, seamos libres y trabajemos. Este tipo de libertad es algo muy difícil de lograr. Cuan sencillo es considerar la esclavitud como un deber, la malsana atadura de la carne por la carne. Los seres humanos salen al mundo y luchan por el dinero o por cualquier otra cosa a la que se encuentran atados. Pregúntenles por qué lo hacen. Su respuesta es que es un deber, el absurdo codiciar dinero y beneficios que tratan de adornar con algunas flores.

¿Qué es el deber después de todo? Es en realidad el impulso de la carne, de nuestra atadura, y cuando una atadura se ha establecido la llamamos deber. Por ejemplo, en un país podía no existir el matrimonio, de manera que tampoco existía el deber entre marido y esposa ; cuando el matrimonio aparece marido y esposa viven juntos por la atadura, y este tipo de convivencia se establece tras generaciones ; cuando pasa a estar establecida de esa forma se convierte en un deber. Es, por así decirlo, una especie de enfermedad crónica. Cuando es agudo lo llamamos enfermedad ; cuando es crónico, naturaleza. Es una enfermedad. Cuando la atadura se vuelve crónica la bautizamos con el pretencioso nombre de deber : esparcimos flores sobre él, lo envolvemos con sonido de trompetas, le atribuimos una serie de palabras santas, y el mundo entero combate, los seres humanos se roban entre ellos con fervor. El nivel de salvajismo se comprueba en función del carácter « bueno » del deber : para las personas de mayor bajeza, que no pueden tener otro ideal, el deber es, sea como sea, bueno ; pero aquellos que quieren ser karma yoguis deben arrojar por la borda esa idea del deber. No existe deber alguno para ustedes ni para mí. Lo que tengan que entregar al mundo entréguenlo, pero nunca lo consideren como un deber, no piensen en ello como un deber ni se sientan obligados. ¿Por qué deberían sentirse así? Todo lo que llevan a cabo bajo obligación construye la atadura. ¿Por qué deberían tener un deber? Renuncien a todo en beneficio de Dios. Beban de esa copa de néctar y sean felices en medio de este abrasador horno donde el fuego del deber quema a todo el mundo. Simplemente, todos trabajamos siguiendo Su voluntad, y no deben preocuparnos ni las recompensas ni los castigos. Si desean la recompensa también obtendrán el castigo ; la única forma de escapar del castigo es renunciar a la recompensa. La única forma de escapar de la miseria es renunciando a la idea de felicidad, ya que ambas se encuentran relacionadas entre sí. En un lado se encuentra la felicidad, en el otro, la miseria. En un lado se encuentra la vida, en el otro, la muerte. La única forma de ir más allá de la muerte es renunciar al amor por la vida. La vida y la muerte son lo mismo, vistas desde diferentes perspectivas. De esta forma, la idea de la felicidad sin miseria o de la vida sin muerte es adecuada para escolares y adolescentes ; pero aquel que piensa ve que todo supone una contradicción en sí misma y renuncia a ambas ideas. No busquen reconocimiento ni recompensa por aquello que hagan. Comenzamos a desear que se nos reconozca incluso antes de llevar a cabo una buena acción. Queremos ver nuestros nombres alabados sobre papel incluso antes de practicar la caridad. La miseria se manifestará como el resultado de tales deseos. Los hombres más importantes de este mundo fallecieron en el anonimato. Los « Budas » y los « Cristos » que conocemos son héroes de segundo orden en comparación con hombres grandiosos de los que el mundo no sabe nada. Cientos de estos héroes desconocidos han vivido en cada país, trabajando en silencio. En silencio vivían y en silencio murieron, y sus ideas fueron retomadas con el tiempo por los « Budas » y los « Cristos », y son estos últimos los que el mundo conoce. Los grandes hombres no persiguen que su nombre o su fama sean reconocidos ; regalan sus ideas al mundo, no propagan ninguna reivindicación egoísta ni establecen escuelas o sistemas en su nombre : su naturaleza entera tiembla ante tales cosas. Ellos son los verdaderos sattvikas2, que nunca pueden causar conmoción, sino únicamente fundirse en el amor. Tan solo he visto a un yogui así, que vive en una cueva, en la India. Es uno de los hombres más extraordinarios que jamás haya conocido. Perdió el sentido de su propia individualidad hasta tal punto que podríamos decir que el hombre de su interior ha desaparecido por completo, dejando tras de sí solo el omnisciente sentido de lo divino. Si un animal muerde uno de sus brazos, él está dispuesto a ofrecerle también el otro, afirmando que se trata de la voluntad del Señor. Todo lo que recibe procede de Él. No se muestra ante los hombres ; sin embargo, es una montaña de amor, de verdad y de ideas agradables.

Después de los *sattvikas *se encuentran los seres humanos con más *rajas *— o « actividad » — , combatientes por naturaleza, que adoptan las ideas de los seres perfectos y las predican por el mundo. Los hombres más elevados colectan en silencio las ideas verdaderas y nobles, y son otros — los « Budas » y los « Cristos » — los que van de un lugar a otro predicándolas y trabajando por ellas. En la vida de Buda Gautama podemos ver que repite constantemente que él es el vigesimoquinto Buda. El vigesimocuarto no es conocido por la Historia, aunque el Buda que sí lo es debió de alzarse a partir de los cimientos dejados por sus predecesores. Los seres humanos más elevados son tranquilos, silenciosos… y desconocidos. Ellos son los que realmente conocen el secreto de las ideas ; están seguros de que si, antes de morir, se encierran en una cueva y piensan en cinco ideas verdaderas, esas cinco ideas procedentes de su voluntad vivirán durante toda la eternidad. En efecto, tales ideas perforarán las montañas, cruzarán los océanos, viajarán por todo el mundo ; calarán hondo en los corazones y cerebros humanos y harán que hombres y mujeres se levanten para dar una aplicación práctica a esas ideas en los trabajos de la vida humana. Estos *sattvikas *se encuentran demasiado próximos a Dios como para ser activos, luchar, trabajar, predicar y hacer el bien para con la humanidad — como ellos dicen — aquí en la tierra. Los trabajadores activos, incluso los buenos, aún constan de un pequeño resto de ignorancia en ellos. Cuando nuestra naturaleza todavía tiene impurezas debemos seguir trabajando. Es parte de la naturaleza del trabajo el estar obligado por el motivo o la atadura. En presencia de una Providencia siempre activa que nota incluso la caída de un gorrión, ¿cómo puede el ser humano otorgar una importancia cualquiera a su propio trabajo? ¿No es una blasfemia hacerlo cuando sabemos que Él cuida incluso de lo más menudo del mundo? Tan solo hemos de alabar Su presencia y asombrarnos ante Su poder diciendo : « Hágase Tu voluntad ». Los seres humanos más espirituales no pueden trabajar porque en ellos no existe la atadura. El trabajo no existe para aquellos cuya alma entera ha penetrado en el « yo », aquellos cuyos deseos están confinados en el « yo », aquellos que se han asociado para siempre con el « yo ». Esos seres humanos son, en efecto, la cima de la humanidad, pero todos los demás deben trabajar. Trabajando nunca deberíamos pensar que podemos ayudar siquiera a la cosa más nimia de este universo, pues eso es falso : tan solo nos ayudamos a nosotros mismos en esta sala de ejercicio que es el mundo. Esa es la actitud correcta para trabajar. Si trabajamos de esa forma, si siempre recordamos que las oportunidades presentes que tenemos de trabajar así son un privilegio que se nos ha dado, nunca estaremos atados a nada.

Millones de individuos como ustedes y como yo piensan que somos personas importantes en este mundo ; pero todos moriremos, y cinco minutos después el mundo ya nos habrá olvidado. Solo la vida de Dios es infinita. « ¿Quién podría vivir un momento, respirar un momento, si no fuera esa la voluntad del Omnipotente? ». Él es la eterna Providencia activa. Todo poder se encuentra en Él y bajo Su mando. Bajo Su mando sopla el viento, brilla el sol y vive la tierra, acechada por la muerte. Él es el todo en todo ; Él es todo y está en todo. No podemos sino venerarlo. Renuncien a los frutos del trabajo, hagan el bien mediante el trabajo ; solo entonces llegará la perfecta no atadura. Las cadenas que aprisionan el corazón se quebrarán, y cosecharemos la perfecta libertad. Esta libertad es el objetivo del karma yoga.


  1. N.d.T. Los seres humanos más « puros », los que están en contacto permanente con Dios. ↩︎

  2. N.d.T. Nyaya es una de las seis doctrinas ortodoxas hinduistas. La escuela nyaya es una escuela de especulación filosófica que, más tarde, también se dedicó al campo de la Metafísica. ↩︎