El cosmos: El microcosmos

Capítulo XII: El cosmos: (El microcosmos) #

Entregado en Nueva York el 26 de enero de 1896

La mente humana, naturalmente, quiere salir para mirar fuera del cuerpo, por decirlo así, a través de los canales de los órganos. El ojo debe ver, el oído debe oír, los sentidos deben percibir el mundo externo y lógicamente, las bellezas y sublimidades de la naturaleza son las primeras que cautivan la atención humana. Las primeras preguntas que surgieron en el alma humana eran relativas al mundo externo. La solución al misterio se le preguntó al cielo, a las estrellas, a los cuerpos celestes, a la tierra, a los ríos, a las montañas, al mar ; y en todas las religiones antiguas encontramos rastros de cómo la mente humana, a tientas, en un primer momento se quedó atrapada en todo lo externo. Había un dios de los ríos, un dios del cielo, un dios de las nubes, un dios de la lluvia ; todo lo externo, todo lo que ahora llamamos los poderes de la naturaleza, se metamorfoseó, se transformó en voluntades, en dioses, en mensajeros celestiales. Conforme la pregunta se hizo más y más profunda, estas manifestaciones externas no pudieron satisfacer la mente humana, y finalmente la energía se volvió hacia dentro, la pregunta se le hizo a la propia alma humana. Desde el macrocosmos la pregunta se encaminó hacia el microcosmos, del mundo exterior hacia el mundo interior. Del análisis de la naturaleza externa, el ser humano se centró en el análisis del interior. Este cuestionamiento acerca del ser humano interior vino con un estado superior de la civilización, con una visión más profunda de la naturaleza, con un estado de crecimiento superior.

El tema de debate de esta tarde es este ser humano interior. Ninguna pregunta es tan cercana y querida por el corazón humano como la del ser humano interior. ¡Cuántos millones de veces y en cuántos países se ha hecho esta pregunta! Sabios y reyes, ricos y pobres, santos y pecadores, cada hombre y cada mujer, todos en algún momento se han hecho esta pregunta. ¿No existe nada permanente en esta vida humana efímera? Se han preguntado : ¿no existe nada que no se apague cuando este cuerpo muere? ¿No hay algo que siga viviendo cuando esta estructura se desmorona? ¿No hay nada que sobreviva al fuego que reduce el cuerpo a cenizas? Y si es así, ¿cuál es su destino? ¿A dónde va? ¿De dónde proviene? Estas preguntas se han hecho una y otra vez, y mientras esta creación perdure, siempre y cuando existan cerebros humanos para pensar, esta pregunta seguirá planteándose. Sin embargo, no es que la respuesta no se haya encontrado ; cada vez que se obtuvo una respuesta, y conforme el tiempo pasó, la respuesta ganaba cada vez más fuerza. La pregunta fue respondida de una vez por todas hace miles de años, y a través de todos los tiempos posteriores se ha replanteado, ilustrado nuevamente, se ha hecho más clara en nuestro intelecto. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es una reformulación de la respuesta. No pretendemos arrojar ninguna luz nueva sobre los problemas que nos absorben, sino poner frente a vosotros la antigua verdad en el lenguaje de los tiempos modernos, hablar de los pensamientos de los antiguos en el lenguaje de los modernos, hablar de los pensamientos de los filósofos en el lenguaje de la gente, hablar de los pensamientos de los ángeles en el lenguaje humano, hablar de los pensamientos de Dios en la lengua de la pobre humanidad, para que el ser humano pueda entenderlos, ya que la misma esencia divina de la cual las ideas han emanado está siempre presente en el hombre y, por lo tanto, siempre podrá entenderla.

Os estoy mirando. ¿Qué es necesario para esta visión? En primer lugar, los ojos ; porque si yo soy perfecto en todo lo demás y, sin embargo, no tengo ojos, no voy a ser capaz de ver. En segundo lugar, el verdadero órgano de la visión, porque los ojos no son los órganos ; ellos no son sino los instrumentos de visión, detrás de ellos está el órgano real, que es el nervio central alojado en el cerebro. Si ese centro se lesiona, un individuo puede tener el par de ojos más agudo, y sin embargo, no será capaz de ver nada ; por lo tanto, es necesario que este centro — órgano real— esté en su lugar, sano. Lo mismo ocurre con todos nuestros sentidos. El oído externo no es sino el instrumento que transporta la vibración del sonido hacia el interior, hacia el centro. Sin embargo, eso no es suficiente. Supongamos que en su biblioteca estáis leyendo atentamente un libro mientras está sonando un reloj ; sin embargo, no lo oís. El sonido, las vibraciones en el aire, el oído y el centro están ahí, y estas vibraciones se han llevado a través del oído al centro ; sin embargo, no las oís. ¿Qué falta? La mente no está atenta. Así, vemos que la tercera cosa necesaria es la presencia de la mente. En primer lugar, los instrumentos externos ; a continuación, el órgano al que este instrumento externo debe llevar la sensación ; y por último, la conexión entre el órgano y la mente. Si la mente no está unida al órgano, el órgano y el oído pueden recibir la impresión, y sin embargo, no seremos conscientes de ello. La mente, también, es solo una portadora ; tiene que transportar la sensación más allá y presentarla al intelecto. El intelecto es la facultad determinante que decide lo que se pone frente a él. Sin embargo, esto no es suficiente ; el intelecto debe transportar la sensación aún más lejos y presentarla ante el gobernador del cuerpo, el alma humana, la reina en su trono. Ante ella se presenta la sensación, y de ella procede la orden, qué hacer o qué no hacer. La orden regresa en el mismo orden al intelecto, a la mente y a los órganos, y los órganos la transmiten a los instrumentos, completando así la percepción.

Los instrumentos están en el cuerpo externo, el cuerpo burdo del individuo ; pero la mente y el intelecto no lo están. Están, en lo que se llama en la filosofía hindú, en el cuerpo más fino, y en lo que en la teología cristiana se lee como el cuerpo espiritual del individuo, más fino, mucho más fino que el cuerpo, aunque no es el alma. Esta alma está más allá de ellos. El cuerpo externo perece en pocos años ; cualquier simple causa puede perturbarlo y destruirlo. El cuerpo más fino no es tan fácilmente perecedero ; sin embargo, a veces se degenera, y en otras ocasiones se hace fuerte. Vemos cómo en el anciano la mente pierde su fuerza ; cómo cuando el cuerpo es fuerte, la mente se vuelve vigorosa ; cómo varios medicamentos y drogas la afectan ; cómo todo lo externo actúa sobre ella, y cómo reacciona en el mundo exterior. Al igual que el cuerpo, la mente también sufre un progreso y una decadencia ; por lo tanto, la mente no es el alma, porque el alma no puede decaer ni degenerarse. ¿Cómo podemos saberlo? ¿Cómo podemos saber que existe algo más allá de esta mente? Porque el conocimiento que es que posee luz por sí mismo y la base de la inteligencia no pueden pertenecer a la materia inerte, muerta. Nunca se ha visto ninguna materia burda que tenga inteligencia en su propia esencia. Ninguna materia inerte o muerta puede iluminarse a sí misma. Es la inteligencia lo que ilumina toda la materia. Esta sala está aquí solo por medio de la inteligencia, ya que, como sala, su existencia sería desconocida si una inteligencia no la hubiera construido. Este cuerpo no posee luz por sí mismo ; si así fuera, también un cuerpo muerto la poseería. Ni la mente ni el cuerpo espiritual pueden poseer luz por sí mismos, no son la esencia de la inteligencia. Lo que posee luz por sí mismo no puede decaer. La luminosidad de lo que brilla gracias a una luz prestada va y viene ; pero lo que tiene luz propia, ¿cómo podría ir y venir florecer y decaer? Vemos que la luna crece y mengua porque brilla gracias a la luz prestada del sol. Si un trozo de hierro se pone al rojo vivo, brilla y resplandece ; pero su luz se desvanecerá porque es prestada. Así, la decadencia es posible solo en aquella luz que se pide prestada y que no forma parte de la esencia del objeto.

Vemos que el cuerpo, la forma externa, no tiene luz en su propia esencia ni puede conocerse a sí mismo, como tampoco puede la mente. ¿Por qué no? Porque la mente crece y mengua, porque es vigorosa en un momento y débil en otro, porque todo puede influir sobre ella y afectarla. Por lo tanto, la luz que brilla a través de la mente no es la suya. ¿De quién es, entonces? Debe pertenecer a aquello que posee luz en su propia esencia, y como tal, nunca puede decaer o morir, nunca puede ser más fuerte o más débil ; posee luz por sí mismo, es la luminosidad en sí misma. No es posible que el alma sepa, sino que es conocimiento ; el alma no puede tener existencia, sino que es existencia ; el alma no puede ser feliz, sino que es la felicidad misma. Aquello que es feliz ha tomado prestada su felicidad ; aquello que tiene conocimiento ha recibido su conocimiento ; aquello que tiene existencia relativa solo tiene una existencia reflejada. Dondequiera que haya cualidades, estas cualidades han sido reflejadas en la sustancia ; pero el alma no tiene conocimiento, existencia ni bienaventuranza como cualidades, sino que son la esencia del alma.

Una vez más, se puede preguntar : ¿por qué vamos a dar esto por sentado?, ¿por qué hemos de admitir que la esencia del alma son el conocimiento, la bienaventuranza y la existencia ; que no los ha tomado prestados? Se podría argumentar : ¿por qué la luminosidad, la bienaventuranza y el conocimiento del alma no han podido ser tomados prestados de la misma forma que la luminosidad del cuerpo se ha tomado prestada de la mente? El engaño de esta argumentación sería que no habría límite. ¿De quién fueron estos prestados? Si decimos que de alguna otra fuente, se plantearía de nuevo la misma pregunta. Así, al final tendremos que admitir que existe alguien que posee luz por sí mismo. Por resumir, el camino lógico consiste en detenernos en donde obtengamos la luz propia, y no ir más allá.

De esta forma, vemos que este ser humano está compuesto en primer lugar de esta cubierta externa, el cuerpo ; en segundo lugar, del cuerpo más fino, que consiste en la mente, el intelecto y el egoísmo. Detrás de ellos se encuentra el ser real del humano. Hemos visto que la mente presta todas las cualidades y poderes de que consta el cuerpo burdo, y la mente, el cuerpo más fino, toma prestados sus poderes y su luminosidad del alma, que está justo detrás.

Ahora, surge un gran número de preguntas acerca de la naturaleza de esta alma. Si la existencia del alma es trazada a partir del argumento de que es posee luz propia, ese conocimiento, esa existencia y esa bienaventuranza son su esencia, y se deduce naturalmente que esta alma no puede haber sido creada. Una existencia con luz propia, independiente de cualquier otra existencia, nunca podría haber sido el resultado de algo. Siempre existió ; nunca hubo un tiempo en el que no existiera, ya que si no existía el alma, ¿dónde estaba el tiempo? El tiempo está en el alma ; el tiempo surge cuando el alma refleja su poder sobre la mente y cuando la mente piensa. Cuando no había alma, sin duda no había pensamiento, y sin pensamiento no había tiempo. Entonces, ¿cómo se puede decir que el alma existe en el tiempo, cuando el tiempo mismo existe en el alma? No tiene ni nacimiento ni muerte, pero está pasando por todas estas distintas etapas. Se está manifestando lenta y gradualmente de menor a mayor grado, y así sucesivamente. Está expresando su propia grandeza, trabajando en el cuerpo a través de la mente, y a través del cuerpo está aprehendiendo el mundo exterior, comprendiéndolo. Ocupa un cuerpo y lo utiliza ; cuando ese cuerpo se debilita y se agota, toma otro cuerpo, y así sucesivamente .

En este punto surge una pregunta muy interesante : la pregunta que se conoce generalmente como la reencarnación del alma. A veces las personas se asustan de esta idea, y la superstición es tan fuerte que los seres humanos pensantes incluso creen que son el resultado de la nada, y luego, con la lógica más grande, tratan de establecer la teoría de que, a pesar de que hayan surgido de la nada, serán eternos para siempre. Quienes salen de la nada sin duda tendrán que volver a la nada. Ni vosotros, ni yo ni ninguno de los presentes hemos surgido de la nada, ni volveremos a la nada. Hemos existido eternamente y existiremos ; no existe poder bajo el sol o por encima de él que pueda deshacer nuestra existencia o enviarnos de nuevo a la nada. Esta idea de la reencarnación no es solo una idea de la que no se debe sentir miedo, sino que es más que esencial para el bienestar moral de la raza humana. Es la única conclusión lógica a la que los seres humanos pensantes pueden llegar. Si existiréis en la eternidad sucesiva, debisteis existir a través de la eternidad, en el pasado : no puede ser de otra manera. Voy a tratar de responder a algunas objeciones que generalmente surgen en contra de esta teoría. Aunque muchos de vosotros pensáis que son objeciones muy tontas, tenemos que responderlas, porque a veces vemos que los individuos más reflexivos están listos para promover las ideas más absurdas. Bien se ha dicho que nunca ha existido una idea tan absurda que no se encontraran filósofos para defenderla. La primera objeción es : ¿por qué no recordamos nuestro pasado? ¿Nos acordamos de todo nuestro pasado en esta vida? ¿Cuántos de vosotros recordáis lo que hicisteis cuando erais bebés? Ninguno de vosotros recuerda su primera infancia, y si de la memoria depende vuestra existencia, entonces este argumento demuestra que nunca fuisteis bebés, porque no recordáis ese periodo. Es una tontería absoluta decir que nuestra existencia depende de los recuerdos que tengamos de ella. ¿Por qué debemos recordar el pasado? Ese cerebro ha desaparecido, se ha roto en pedazos, y un nuevo cerebro se ha fabricado. Lo que se ha establecido en este cerebro es el resultante, la suma total de las impresiones adquiridas en nuestro pasado con las que la mente se ha establecido en el nuevo cuerpo.

Yo, mientras estoy aquí, soy el efecto, el resultado de todo el pasado infinito que está unido a mí. ¿Y por qué es necesario que recuerde todo el pasado? Cuando un gran sabio, un vidente o un profeta de tiempos pasados que se encontró cara a cara con la verdad dice algo, los individuos modernos se levantan y dicen : « Oh, estaba loco ». Pero usemos otro nombre (Huxley o Tyndall, por ejemplo), y entonces reconocerán la veracidad de lo que estos establecen. En lugar de antiguas supersticiones, han erigido supersticiones modernas ; en lugar de los antiguos Papas de la religión, se ha entronizado a modernos Papas de la ciencia. Así, vemos que esta objeción sobre la memoria no es válida, y esa es la única objeción seria que se levanta en contra de esta teoría. Aunque hemos visto que no es necesario para la teoría que haya un recuerdo de las vidas pasadas, al mismo tiempo estamos en condiciones de afirmar que hay casos en los que este recuerdo permanece y que cada uno de nosotros recuperará ese recuerdo en la vida en la que se volverá libre. Solo entonces os daréis cuenta de que este mundo no es más que un sueño ; solo entonces os daréis cuenta en el alma de vuestra alma de que no sois sino actores y que el mundo es un escenario ; solo entonces la idea del no apego os golpeará con el poder del trueno ; solo entonces toda esta sed de disfrute, este apego por la vida y este mundo se desvanecerán para siempre ; solo entonces la mente verá tan claro como la luz del día cuántas veces habéis vivido todo esto, cuántos millones de veces tuvisteis padres y madres, hijos e hijas, esposos y esposas, parientes y amigos, riqueza y poder. Iban y venían. ¡Cuántas veces estabais en la cresta más alta de la ola y cuántas veces estuvisteis en el abismo de la desesperación! Cuando la memoria os haga recordar todo esto, os alzaréis como héroes y sonreiréis cuando el mundo os dé la espalda. Solo entonces os levantaréis y diréis : « Oh, Muerte, no me preocupo ni siquiera por ti, ¿pues qué terrores tienes reservados para mí? ». Esto nos llegará a todos.

¿Existen argumentos, pruebas racionales para esta reencarnación del alma? Hasta ahora hemos tratado el lado negativo, demostrando que los argumentos opuestos para refutarlo no son válidos. ¿Existen pruebas positivas? Sí las hay, y más que válidas también. Ninguna otra teoría —excepto la de la reencarnación— explica la gran divergencia que encontramos entre dos individuos en cuanto a su capacidad para adquirir conocimientos. En primer lugar, vamos a considerar el proceso por medio del cual se adquiere el conocimiento. Supongamos que voy por la calle y veo un perro. ¿Cómo sé que se trata de un perro? Lo remito a mi mente, donde existen grupos de todas mis experiencias pasadas, organizadas en casillas, por así decirlo. Tan pronto como surge una nueva impresión, la tomo y la clasifico en algunos de los viejos casilleros ; tan pronto como encuentre un grupo con las mismas impresiones que ya tengo, la coloco en ese grupo, y estoy satisfecho. Sé que es un perro, porque coincide con las impresiones que ya poseo. Cuando no encuentro, en mi interior, el parentesco de esta nueva experiencia, quedo insatisfecho. Cuando al no encontrar el parentesco de una impresión quedamos insatisfechos, ese estado de la mente se llama ignorancia ; pero al encontrar un parentesco a una impresión ya existente, quedamos satisfechos, y eso se llama conocimiento. Cuando cayó la manzana, los individuos quedaron insatisfechos. Luego, gradualmente, descubrieron el grupo. ¿Cuál fue el grupo que encontraron? Que todas las manzanas cayeron, por lo que lo llamaron gravitación. De esta manera, vemos que sin un trozo de la experiencia ya existente cualquier nueva experiencia sería imposible, porque no habría nada a lo que remitir la nueva impresión. Por lo tanto, si, como piensan algunos de los filósofos europeos, un niño vino al mundo con lo que llaman tabula rasa, tal niño nunca alcanzaría ningún grado de poder intelectual, porque no tendría nada a lo que remitir sus nuevas experiencias. Vemos que la capacidad de adquisición de conocimientos varía en cada individuo, y esto demuestra que cada uno de nosotros ha llegado con su propio bagaje de conocimientos. El conocimiento solo se puede conseguir de una manera, que es a través de la experiencia ; no existe otra forma de saber. Si no lo hemos experimentado en esta vida, tenemos que haberlo experimentado en otras vidas. ¿Cómo es que el miedo a la muerte está en todas partes? Un pequeño pollo acaba de salir de un huevo y un águila aparece ; el pollo vuela atemorizado hacia su madre. Existe una vieja explicación (que apenas deberíamos dignificar con tal nombre) : se llama instinto. ¿Qué hace que ese pequeño pollo recién salido del huevo tenga miedo de morir? ¿Cómo es que un patito empollado por una gallina se introduce en el agua y nada tan pronto como se acerca a ella? Nunca nadó antes, ni vio nada nadar. La gente lo llama instinto. Es una palabra importante, pero no nos permite progresar. Vamos a estudiar el fenómeno del instinto.

Un niño comienza a tocar el piano. Al principio debe prestar atención a cada tecla que pulsa ; pero conforme transcurren los meses y los años, toca de manera casi involuntaria, instintiva. Lo que primero se hacía con una voluntad consciente no requiere, más adelante, el esfuerzo de la voluntad. Esta todavía no es una prueba completa. Una mitad se mantiene, y es que casi todas las acciones que ahora son instintivas pueden ser realizadas bajo el control de la voluntad. Cada músculo del cuerpo puede controlarse ; este es un hecho conocido. Así que la prueba se completa con este doble método : lo que ahora llamamos instinto es la degeneración de las acciones voluntarias ; si la analogía se aplica a toda la creación, si toda la naturaleza es uniforme, entonces lo que es instinto en los animales inferiores y en el ser humano debe ser la degeneración de la voluntad. Aplicando la ley que acordamos para el macrocosmos, según la cual cada involución presupone una evolución y cada evolución una involución, vemos que el instinto es la razón involucionada. Por lo tanto, lo que llamamos instinto en el ser humano o los animales deben estar involucionado, degenerado ; deben ser acciones voluntarias, pero las acciones involuntarias son imposibles sin la experiencia. La experiencia comenzó ese conocimiento, y el conocimiento está ahí. El miedo a la muerte, el patito que se mete en el agua y todas las acciones involuntarias del ser humano que se han vuelto instintivas son el resultado de experiencias pasadas. Hasta el momento, hemos procedido con sumo cuidado, y hasta el momento, la ciencia más actual está con nosotros. Pero aquí surge una dificultad más. Los últimos hombres de ciencia están volviendo a los antiguos sabios, y hasta donde lo han hecho, existe un acuerdo perfecto. Admiten que cada individuo y cada animal nacen con un bagaje de experiencias, y que todas estas acciones en la mente son el resultado de experiencias pasadas. Y se preguntan : « Pero ¿para qué sirve decir que esa experiencia pertenece al alma? ¿Por qué no decir que pertenece al cuerpo y solo al cuerpo? ¿Por qué no decir que se transmite hereditariamente? ». Esta es la última pregunta. ¿Por qué no decir que todas las experiencias con la que he nacido son el efecto resultante de toda la experiencia pasada de mis antepasados? La suma total de la experiencia desde el pequeño citoplasma hasta el ser humano más elevado está en mí ; pero ha pasado de un cuerpo a otro en el transcurso de la transmisión hereditaria. ¿Dónde estará la dificultad? Esta pregunta es muy buena, y reconocemos una parte de esta transmisión hereditaria. ¿Hasta dónde? Hasta lo relativo al suministro del material. Nosotros, debido a nuestras acciones pasadas, nos adaptamos a un nacimiento concreto en un determinado cuerpo, y el único material adecuado para ese cuerpo proviene de los padres, quienes se unieron para tener esa alma como su descendencia.

La mera teoría hereditaria da por sentada la suposición más sorprendente sin ninguna prueba : que la experiencia mental se puede grabar en lo físico, que la experiencia mental puede estar implicada en la materia. Cuando os miro, en el lago de mi mente surge una ola. Esa ola disminuye, pero sigue siendo una forma fina, como una impresión. Entendemos que una impresión física pueda permanecer en el cuerpo. Pero ¿qué prueba existe para suponer que la impresión mental pueda permanecer en el cuerpo, ya que el cuerpo se desmorona en pedazos? ¿Qué sostiene esta suposición? Aun admitiendo que sea posible que la impresión mental pueda permanecer en el cuerpo, que cada impresión —comenzando desde el primer hombre hasta mi padre— estaba en el cuerpo de mi padre, ¿cómo pudo serme transmitida? ¿A través de la célula bioplásmica? ¿Cómo pudo producirse algo así? Debido a que el cuerpo del padre no se transmite al niño en su totalidad. Los mismos padres pueden tener un gran número de hijos ; entonces, de esta teoría de la transmisión hereditaria, en la que la impresión y los imprimidos —los materiales— son uno, se deduce, rigurosamente, que por el nacimiento de cada niño los padres deben perder una parte de sus propias impresiones ; o que si los padres deben transmitir la totalidad de sus impresiones, sus mentes se vaciarían tras el nacimiento del primer hijo.

Si la infinidad de impresiones de todos los tiempos han penetrado en la célula bioplásmica, ¿dónde está y cómo es? Esta es una posición de lo más imposible, y hasta que los fisiólogos puedan demostrar cómo y dónde esas impresiones viven en esa célula, y lo que quieren decir con una impresión mental que duerme en la célula física, su posición no puede darse por sentada. De esta forma, hasta ahora está claro que esta impresión se encuentra en la mente, que la mente viene para nacer y renacer utilizando el material que es más adecuado para ello y que la mente que se ha adaptado para un solo tipo de cuerpo tendrá que esperar hasta que adquiera ese material. Esto lo entendemos. De esta teoría, entonces, se deduce esto : existe la transmisión hereditaria en lo que se refiere al suministro del material para el alma ; pero el alma migra y fabrica cuerpo tras cuerpo, y cada pensamiento y cada acto que llevamos a cabo se almacenan en ella en formas finas, listos para saltar de nuevo y tomar una nueva forma. Cuando os miro, una ola se levanta en mi mente ; se sumerge, por así decirlo, y se vuelve más y más fina, pero sin llegar a morir. Está lista para alzarse de nuevo como una ola en forma de recuerdo. Así, todas estas impresiones están en mi mente, y cuando muera, la fuerza resultante de ellas estará por encima de mí. Una pelota está aquí, y cada uno de nosotros toma un mazo en la mano y golpea la pelota desde todos los lados ; la pelota va de un lugar a otro de la habitación, y cuando llega a la puerta, sale volando. ¿Qué se lleva con ella? La resultante de todos estos golpes ; eso le da su dirección. Entonces, ¿qué dirige el alma cuando el cuerpo muere? La resultante, la suma total de todas las obras que ha hecho y de sus pensamientos. Si la resultante es tal que tiene que fabricar un nuevo cuerpo para futuras experiencias, irá a los padres que estén listos para abastecerla con el material adecuado para ese cuerpo. Por lo tanto, irá de un cuerpo a otro ; a veces irá a un cielo y regresará a la tierra, convirtiéndose en un ser humano o en algún animal inferior. Continuará de esta forma hasta que haya terminado su experiencia y completado el círculo. Por tanto, conoce su propia naturaleza, sabe lo qué es ; la ignorancia se desvanece, sus poderes se ponen de manifiesto, se vuelve perfecta ; el alma ya no tiene necesidad de trabajar a través de los cuerpos físicos, ni tampoco existe ninguna necesidad de que funcione a través de cuerpos más finos, o mentales. Brilla en su propia luz y es libre ; no tiene que volver a nacer, no tiene que volver a morir.

No vamos a entrar ahora en los detalles de esto. Pero os presentaré un punto más respecto a esta teoría de la reencarnación. Es la teoría que expone la libertad del alma humana. Es la única teoría que no culpa de toda nuestra debilidad a terceras personas, lo cual es un error común de la humanidad. No nos fijamos en nuestras propias faltas ; los ojos no se ven a sí mismos, sino los ojos de todos los demás. Nosotros, los seres humanos, somos muy lentos a la hora de reconocer nuestra propia debilidad, nuestras propias faltas : siempre podemos echar la culpa a alguien diferente. Los individuos, en general, echan toda la culpa de la vida a sus semejantes, o, en su defecto, a Dios ; o evocan un fantasma y dicen que es el destino. ¿Dónde está el destino y quién es el destino? Se recoge lo que se siembra. Nosotros somos los creadores de nuestro propio destino. Nadie más tiene la culpa, nadie más ha de ser alabado. El viento está soplando ; los buques cuyas velas están desplegadas lo aprovechan para proseguir su camino ; pero los que tienen las velas plegadas no atrapan el viento. ¿Es eso culpa del viento? ¿Es culpa del Padre misericordioso, cuyo viento de misericordia está soplando sin cesar, día y noche, cuya misericordia no conoce la decadencia? ¿Es su culpa que algunos de nosotros seamos felices y otros seamos infelices? Nosotros construimos nuestro propio destino. Su sol brilla para los débiles, así como para los fuertes. Su viento sopla para los santos y para los pecadores por igual. Él es el Señor de todos, el Padre de todos, misericordioso e imparcial. ¿Queréis decir que Él, el Señor de la creación, tiene en consideración las cosas pequeñas de la vida de la misma manera que lo hacemos nosotros? ¡Qué idea degenerada de Dios sería esa! Somos como pequeños cachorros que combaten a muerte y piensan ingenuamente que incluso Dios se lo tomará tan en serio como nosotros. Él sabe lo que significa el juego de los cachorros. Nuestros intentos de echarle la culpa a Él, haciendo de Él el que castiga o recompensa, son absurdos. Él no castiga ni da recompensa alguna. Su infinita misericordia está disponible para todos, en todo momento, en todo lugar, en todas las condiciones, infalible, inquebrantable. Nosotros elegimos el uso que queremos darle. De nosotros depende cómo la utilicemos. No culpéis ni al ser humano, ni a Dios ni a nadie en el mundo. Cuando estéis sufriendo, culpaos a vosotros mismos y tratad de hacerlo mejor.

Esta es la única solución del problema. Quienes culpan a otros (¡ay!, su número está aumentando cada día) son generalmente unos miserables con cerebros inútiles ; ellos mismos han creado su situación mediante sus errores y el hecho de culpar a los demás. Pero esto no altera su posición, ni les sirve de ninguna manera. Este intento de echar la culpa a los demás solo los debilita más. Por lo tanto, no culpéis a nadie por sus propias faltas, resistid a lo que venga y asumid vosotros toda la responsabilidad. Decid : « Esta miseria que estoy sufriendo es fruto de mis propios actos, y por esa razón soy yo quien tendrá que ponerle remedio ». Lo que he creado lo puedo demoler ; aquello que es creado por otra persona nunca seré capaz de destruirlo. Por lo tanto, poneos de pie, sed valientes y fuertes. Cargad vosotros mismos con toda la responsabilidad, y sed conscientes de que vosotros sois los creadores de vuestro propio destino. Toda la fuerza y la ayuda que necesitáis están en vuestro interior. Por lo tanto, construid vuestro futuro. « Dejad que el pasado muerto entierre a sus muertos ». El futuro infinito está delante de vosotros, y siempre debéis recordar que cada palabra, cada pensamiento, cada obra se almacena en vosotros, así como que, tal y como los malos pensamientos y malas obras están listos para abalanzarse sobre vosotros cual tigres, existe la esperanza inspiradora de que los buenos pensamientos y las buenas acciones estén listos con el poder de cientos de miles de ángeles para defenderos por toda la eternidad.