Capítulo XIII: Inmortalidad #
Entregado en América
¿Qué pregunta se ha hecho el mayor número de veces? ¿Qué idea ha llevado a más individuos a buscar una respuesta en el universo? ¿Qué pregunta es más querida y más cercana al corazón humano? ¿Qué pregunta está más inseparablemente unida a nuestra existencia que aquella sobre la inmortalidad del alma humana? Ha sido el tema de poetas y sabios, de sacerdotes y profetas ; reyes en el trono la han discutido, mendigos en la calle han soñado con ella. Lo mejor de la humanidad se ha acercado a ella, y los peores individuos la han anhelado. El interés en el tema aún no ha muerto, y no morirá mientras exista la naturaleza humana. Son varias las mentes que han presentado al mundo varias respuestas. Miles, en cada período de la historia, han renunciado a su búsqueda, y sin embargo, la pregunta sigue estando tan presente como siempre. A menudo, en la agitación y en la lucha de nuestras vidas, parecemos olvidarla ; pero, de repente, alguien muere —tal vez alguien a quien amamos, alguien querido y cercano a nuestros corazones que nos es arrebatado— : la lucha, el ruido y la agitación del mundo que nos rodea cesarán por un momento, y el alma se hará viejas preguntas : « ¿Qué hay después de esto? ¿Qué sucede con el alma? ».
Todo conocimiento humano procede de la experiencia ; no podemos saber nada si no es por la experiencia. Todo nuestro razonamiento se basa en la experiencia generalizada ; todo nuestro conocimiento no es sino una experiencia armonizada. Si miramos a nuestro alrededor, ¿qué encontramos? Un cambio continuo. La planta sale de la semilla, crece y se convierte en un árbol ; completa el círculo y vuelve a la semilla. El animal aparece, vive un cierto tiempo, muere y, así, completa el círculo. También lo hace el ser humano. Las montañas se desmoronan poco a poco, los ríos poco a poco se secan, las lluvias vienen del mar y regresan al mar. En todas partes los círculos se están cerrando, naciendo, creciendo, desarrollándose y decayendo, uno tras otro, con precisión matemática. Esta es nuestra experiencia cotidiana. Dentro de todo, detrás de toda esta vasta masa de lo que llamamos vida, de millones de formas y figuras, de millones y millones de variedades, comenzando desde el átomo más bajo hasta el ser humano más espiritualizado, vemos que existe una cierta unidad. Todos los días descubrimos que la pared que se pensaba que era la división de una cosa y otra se ha caído, y que la ciencia moderna está reconociendo que toda la materia es una sustancia, la cual se manifiesta de diferentes maneras y en diversas formas. La vida que corre a través de todo es como una cadena continua, cuyos eslabones —todas estas diversas formas— se extienden casi infinitamente, pero son parte de la misma cadena. Esto es lo que se llama evolución. Es una vieja, vieja idea, tan antigua como la sociedad humana, solo que conforme el conocimiento humano progresa, se hace más y más fresca. Hay algo más que los antiguos percibían, pero que en los tiempos modernos no es todavía tan claramente percibido, y se trata de la involución. La semilla se convertirá en la planta ; un grano de arena nunca se convertirá en una planta. Es el padre quien se convierte en un niño ; un trozo de arcilla nunca se convierte en un niño. La pregunta es : ¿de dónde viene esta evolución? ¿Cuál fue la semilla? La misma que la del árbol. Todas las posibilidades de un futuro árbol están en esa semilla ; todas las posibilidades de un futuro hombre se encuentran en el pequeño bebé ; todas las posibilidades de cualquier vida futura están en el germen. ¿Qué es esto? Los antiguos filósofos de la India lo llamaron la involución. Vemos, entonces, que cada evolución supone una involución. Solo lo que ya existe puede evolucionar. Aquí, de nuevo, la ciencia moderna viene en nuestra ayuda. Sabéis, por razonamiento matemático, que la suma total de la energía que se manifiesta en el universo es la misma en todas partes. No se puede retirar un átomo de materia o un gramo de fuerza ; no se puede agregar al universo un átomo de materia o un gramo de fuerza. Así, la evolución no viene de cero ; entonces, ¿de dónde viene? Proviene de una involución anterior. El niño es el hombre involucionado, y el hombre es el niño evolucionado. La semilla es el árbol involucionado, y el árbol es la semilla evolucionada. Todas las posibilidades de la vida están en el germen. El problema se vuelve un poco más claro. Añadidle la primera idea de la continuación de la vida. Desde el citoplasma más bajo hasta el ser humano más perfecto, solo existe realmente una única vida. Del mismo modo en que en una vida tenemos tantas diversas fases de expresión —el citoplasma que se convierte en el bebé, en el niño, en el joven, en el anciano—, a partir de ese citoplasma hasta el ser humano más perfecto, se trata de una vida continua, una cadena. Esta es la evolución, pero hemos visto que cada evolución supone una involución. La totalidad de esta vida que se manifiesta lentamente evoluciona por sí misma desde el citoplasma hasta el ser humano perfecto : la encarnación de Dios en la Tierra. La totalidad de esta serie no es más que una vida, y el conjunto de esta manifestación debe haber estado presente en ese mismo citoplasma. Toda esta vida, este mismo Dios en la Tierra, estuvo involucionada y poco a poco salió, manifestándose a sí misma lentamente, lentamente, lentamente. La máxima expresión debe haber existido en el estado de germen, en forma minuta ; por lo tanto, esta fuerza, toda esta cadena, es la involución de esa vida cósmica que está en todas partes. Es esta masa de inteligencia la que, desde el citoplasma hasta el ser humano más perfeccionado, lentamente se expande. No es que crezca ; suprimid todas las ideas de crecimiento de vuestra mente. Con la idea de crecimiento se asocia algo que viene de afuera, algo extraño, lo que refutaría la verdad de que el infinito que se encuentra latente en cada vida es independiente de todas las condiciones externas. Nunca puede crecer ; siempre estuvo ahí y solo se manifiesta.
El efecto es la causa manifestada. No hay ninguna diferencia esencial entre el efecto y la causa. Tomemos este vaso, por ejemplo. Se tenía el material, y el material más la voluntad del fabricante hicieron el vaso ; estas dos fueron sus causas y están presentes en el. ¿De qué forma está presente la voluntad? Como adherencia. Si la fuerza no existiera, cada partícula se caería. ¿Cuál es el efecto, entonces? Es el mismo que la causa, solo que toma diferente forma, una composición diferente. Cuando se cambia la causa y cuando es limitada por un tiempo, se convierte en el efecto. Debemos recordar esto. Aplicándolo a nuestra idea de la vida, la manifestación total de esta serie, desde el citoplasma hasta el ser humano más perfecto, debe ser igual que la vida cósmica. Primero, involucionó y se hizo más fina, y a partir de ese algo fino, que roció la causa, ha ido evolucionando, manifestándose y volviéndose cada vez más grande.
Pero la cuestión de la inmortalidad aún no se ha resuelto. Hemos visto que todo en este universo es indestructible. No hay nada nuevo ; no habrá nada nuevo. La misma serie de manifestaciones se están presentando alternativamente como una rueda, subiendo y bajando. Todo movimiento en este universo se encuentra en forma de olas, subiendo y bajando sucesivamente. Sistemas y sistemas surgen de formas finas, evolucionan y toman formas más desarrolladas, y, por así decirlo, se funden de nuevo y vuelven a las formas finas. Una vez más surgen, evolucionando durante un determinado período y poco a poco volviendo a la causa. Lo mismo ocurre con toda la vida. Cada manifestación de la vida se eleva y luego cae de nuevo. ¿Qué es lo que cae? La forma. La forma se rompe en pedazos, pero surge de nuevo. En un sentido, incluso los cuerpos y las formas son eternos. ¿Cómo? Supongamos que tomamos un conjunto de dados, los lanzamos y obtenemos esta combinación : 6, 5, 3 y 4. Tomamos los dados y los lanzamos una y otra vez. Tiene que haber un momento en que los mismos números aparezcan otra vez ; la misma combinación debe repetirse. Cada partícula, cada átomo que se encuentra en este universo es como los dados : se están lanzando y combinando una y otra vez. Todas estas formas que veis son una combinación. Estas son las formas de un vaso, una mesa, una jarra de agua… Esta es una combinación, pero con el tiempo, todo se va a romper. No obstante, tiene que llegar un momento en el que exactamente la misma combinación aparezca. Cuando estéis aquí y esta forma esté aquí, se hablará de dicha cuestión y esta combinación estará aquí. Un número infinito de veces ha estado aquí y un número infinito de veces se repetirá. Así ocurre con las formas físicas.
¿Qué deducimos de esto? Que incluso la combinación de formas físicas se repite eternamente.
Una conclusión muy interesante que se desprende de esta teoría es la explicación de hechos como estos. Algunos de vosotros, tal vez, hayáis visto a una persona que puede leer la vida pasada de los demás y predecir el futuro. ¿Cómo es posible que alguien pueda ver qué ocurrirá en el futuro, a menos que haya un futuro regulado? Efectos del pasado se repiten en el futuro, y vemos que es así. Todos habéis visto las grandes norias de los parques de atracciones. La noria gira, y sus pequeñas cabinas circulan regularmente una tras otra ; un grupo de personas se mete en ellas, y después de haber dado una vuelta completa, salen, para que un nuevo grupo de personas entre. Cada uno de estos grupos es como una de esas manifestaciones, desde los animales más inferiores hasta los humanos más elevados. La naturaleza es como el recorrido de la noria, interminable e infinita, y sus pequeñas cabinas son los cuerpos o formas en los que los nuevos grupos de almas están montando, las cuales suben más y más alto hasta que se vuelven perfectas, dejando la noria. Pero la noria sigue girando. Y mientras los cuerpos estén en la noria, puede predecirse absoluta y matemáticamente a dónde irán ; pero no se puede decir lo mismo de las almas. Así, es posible leer el pasado y el futuro de la naturaleza con precisión. Vemos que hay recurrencia de los mismos fenómenos materiales en determinados períodos, y que las mismas combinaciones han tenido lugar a través de la eternidad. Pero esa no es la inmortalidad del alma. Ninguna fuerza puede morir, ninguna materia puede ser aniquilada. ¿Qué pasa con ella? Sigue cambiando, hacia adelante y hacia atrás, hasta que regresa a la fuente de la que procede. No hay movimiento en una línea recta. Todo se mueve en un círculo. Una línea recta producida infinitamente se convierte en un círculo. Si ese es el caso, no puede haber degeneración eterna para ningún alma. No puede ser. Todo debe completar el círculo y volver a su fuente. ¿Qué sois vosotros, qué soy yo y qué son todas estas almas? En nuestro análisis de la evolución e involución, hemos visto que nosotros debemos ser parte de la conciencia cósmica, de la vida cósmica, de la mente cósmica que involucionó. Debemos completar el círculo y volver a esta inteligencia cósmica, que es Dios. Esta inteligencia cósmica es lo que la gente llama Señor, Dios, Cristo, Buda o Brahmán ; lo que los materialistas perciben como la fuerza ; lo que los agnósticos perciben como el infinito, el inexpresable más allá. Todos somos parte de eso.
Esta es la segunda idea, y sin embargo, no es suficiente ; habrá todavía más dudas. Está muy bien decir que no hay destrucción de ninguna fuerza. Pero todas las fuerzas y formas que vemos son combinaciones. Esta forma ante nosotros es una composición de las varias partes que la componen, y, por lo tanto, cada fuerza que vemos está compuesta de una forma similar. Si tomáis la idea científica de la fuerza y la llamáis la suma total, la resultante de varias fuerzas, ¿qué sucede con vuestra individualidad? Todo lo que es un compuesto debe, tarde o temprano, regresar a las partes que lo componen. Lo que en este universo es el resultado de la combinación de la materia o de la fuerza debe regresar, tarde o temprano, a sus componentes. Lo que sea el resultado de ciertas causas debe morir, debe ser destruido ; se rompe, se dispersa y vuelve a sus componentes. El alma no es una fuerza, ni tampoco lo es el pensamiento. Es el fabricante del pensamiento, pero no el pensamiento en sí ; es el fabricante del cuerpo, pero no el cuerpo. ¿Por qué? Vemos que el cuerpo no puede ser el alma. ¿Por qué no? Debido a que no es inteligente.
Un cadáver no es inteligente, ni lo es un pedazo de carne en una carnicería. ¿Qué entendemos por inteligencia? Poder reactivo. Queremos profundizar un poco en esto. Aquí hay una jarra. Yo la veo. ¿Cómo? Los rayos de luz reflejados por la jarra entran en mis ojos y forman una imagen en mi retina, que es llevada al cerebro. Sin embargo, no hay visión. Los nervios sensoriales, como los llaman los fisiólogos, llevan esta impresión hacia el interior. Pero hasta el momento sigue sin haber reacción. El centro neurálgico del cerebro lleva la impresión a la mente, y la mente reacciona ; tan pronto como se produce esta reacción, la jarra se muestra ante ella. Tomemos un ejemplo más común. Supongamos que me estáis escuchando con atención, y un mosquito está posado en la punta de vuestra nariz y os está dando esa sensación agradable que los mosquitos pueden dar. Pero estáis tan concentrados en escucharme que no sentís para nada el mosquito. ¿Qué ha sucedido? El mosquito os ha picado en cierta zona, zona que cuenta con algunos nervios. Estos últimos han llevado una cierta sensación al cerebro, y la impresión es real ; pero la mente, estando ocupada, no reacciona, por lo que no sois conscientes de la presencia del mosquito. Cuando se produce una nueva impresión, si la mente no reacciona, no seremos conscientes de ella ; pero cuando se produce la reacción, entonces sentimos, vemos, oímos, etc. Con esta reacción viene la iluminación, como los filósofos de la Samkhya la llaman. Vemos que el cuerpo no puede iluminar, porque en ausencia de atención ninguna sensación es posible. Se han conocido casos en los que, en condiciones peculiares, un hombre que nunca había aprendido un idioma en particular fue capaz de hablarlo. Investigaciones posteriores probaron que el hombre, cuando era niño, vivió entre personas que hablaban dicho idioma, y las impresiones quedaron marcadas en su cerebro. Estas impresiones permanecieron almacenadas allí, hasta que por alguna causa la mente reaccionó, y la iluminación se produjo ; entonces, el hombre fue capaz de hablar ese idioma. Esto demuestra que la mente no es suficiente, que la mente misma es un instrumento en manos de alguien. En el caso de ese niño, la mente contenía ese idioma, aunque él no lo supiera ; pero más tarde llegó un momento en que lo supo. Esto demuestra que hay alguien además de la mente. Cuando el niño era un bebé, ese alguien no hizo uso de la fuerza ; pero cuando el niño creció, lo aprovechó y la utilizó. En primer lugar, está el cuerpo ; en segundo, la mente, o un instrumento de pensamiento ; y en tercer lugar, detrás de esta mente, está el Ser del ser humano. La palabra sánscrita es atman. Los filósofos modernos han identificado el pensamiento con los cambios moleculares en el cerebro ; pero como no saben cómo explicar tal proceso, por lo general lo niegan. La mente está íntimamente conectada con el cerebro, el cual muere cada vez que el cuerpo cambia. El Ser es el iluminador ; la mente es el instrumento en sus manos, y a través de ese instrumento se apodera del instrumento externo, produciéndose así la percepción. Los instrumentos externos se apoderan de las impresiones y las llevan a los órganos. Pero debéis recordar siempre que los ojos y los oídos son solo receptores : son los órganos internos, los centros del cerebro, los que actúan. En sánscrito estos centros se llaman indriyas, y llevan sensaciones a la mente ; la mente las transporta a un lugar más interior, a otro estado de la mente, que en sánscrito se llama chitta, donde se funden en la voluntad, para finalmente presentarse al rey de reyes en el interior, al gobernante en su trono, el Ser del hombre. A continuación, el Ser ve y da sus órdenes. Entonces, la mente actúa de inmediato sobre los órganos, y los órganos, sobre el cuerpo externo. El verdadero perceptor, el verdadero gobernante, el gobernador, el creador, el manipulador de todo, es el Ser del hombre.
Vemos, por tanto, que el Ser del ser humano no es el cuerpo, ni lo es el pensamiento. No puede tratarse de un conglomerado. ¿Por qué no? Porque todo cuanto es un conglomerado se puede ver o imaginar. Lo que no podemos percibir ni imaginar, lo que no podemos reunir, no es fuerza y materia, ni causa y efecto : no puede ser un conglomerado. El mundo de los conglomerados solo llega hasta donde lo hace nuestro universo mental, nuestro universo reflexivo. Más allá no se sostiene, su límite son las leyes, y en caso de que exista algo más allá de las leyes, no podría tratarse ni mucho menos de un conglomerado. El Ser del ser humano, al estar más allá de la ley de causalidad, no se trata de un conglomerado. Es por siempre libre y el gobernador de todo cuanto esté dentro de dicha ley ; nunca muere, pues morir supone retroceder hasta las partes integrantes, y lo que nunca fue un conglomerado, por tanto, no podrá morir jamás. Es un completo sinsentido decir que el Ser muere.
Ahora estamos pisando terrenos más y más finos, y algunos de vosotros, tal vez, os asustéis. Hemos visto que este Ser, que está más allá del pequeño universo de la materia, de la fuerza y del pensamiento, es simple, tan simple que no puede morir. Lo que no muere no puede vivir, porque la vida y la muerte son la cara y la cruz de la misma moneda. La vida es otro nombre para la muerte, y la muerte, otro nombre para la vida. Un modo particular de manifestación es lo que llamamos vida ; otro modo particular de manifestación de lo mismo es lo que llamamos muerte. Cuando la ola se encuentra en su punto más alto, es la vida ; cuando se desmorona, rellenando el hueco que dejó al producirse, es la muerte. Si hay algo que está más allá de la muerte, deducimos naturalmente que también debe estar más allá de la vida. Debo recordar la primera conclusión de que el alma del ser humano es parte de la energía cósmica que existe —Dios—, que está más allá de la vida y de la muerte. Vosotros nunca nacisteis ni nunca moriréis. ¿Qué es este nacimiento y esta muerte que vemos a nuestro alrededor? Pertenece solo al cuerpo, porque el alma es omnipresente. « ¿Cómo puede ser eso? —os preguntaréis—. Hay mucha gente sentada aquí, ¿y dices que el alma es omnipresente? ». Yo pregunto : ¿qué existe para limitar todo lo que está más allá de la ley, más allá de la causalidad? Este vaso está limitado, no es omnipresente, porque la materia que lo rodea lo obliga a tomar esa forma y no permite que se expanda. Está condicionado por todo lo que lo rodea, y está, por lo tanto, limitado. Pero lo que está más allá de la ley, donde no hay nada que actué sobre él, ¿cómo puede ser limitado? Debe ser omnipresente. Vosotros estáis en todas partes en el universo. ¿Cómo es, entonces, que he nacido y que moriré, etc.? Así habla la ignorancia, la alucinación del cerebro. Ni nacisteis ni vais a morir ; no habéis tenido nacimiento ; no tendréis renacimiento, ni vida, ni encarnación ni nada. ¿Qué entendéis por ir y venir? Tonterías superficiales. Estáis en todos lados. Entonces, ¿qué es este ir y venir? Es la alucinación producida por el cambio de este minúsculo cuerpo que llamáis mente. Eso está sucediendo. Una pequeña nube surca el cielo ; conforme se mueve, puede crear la ilusión de que el cielo se mueve. A veces, veis que una nube pasa por delante de la luna, y pensáis que la luna se está moviendo. Cuando estáis en un tren creéis que la tierra está volando, o cuando estáis en un barco, pensáis que el agua se mueve. En realidad, ni vais ni venís ; no habéis nacido, ni vais a renacer ; sois infinitos, siempre presentes, más allá de toda causalidad, siempre libres. Dicha pregunta está fuera de lugar, es absurda. ¿Cómo podría haber mortalidad cuando no ha habido nacimiento?
Tendremos que dar un paso más para llegar a una conclusión lógica. No hay centro de reinserción alguno. Somos metafísicos, y no existe opción de súplica. Entonces, si estamos más allá de toda ley, tenemos que ser omniscientes, siempre benditos ; todo conocimiento debe estar en nosotros, así como todo el poder y la bienaventuranza. Ciertamente. Sois el omnisciente, el Ser omnipresente del universo. Pero ¿puede haber muchos de tales seres? ¿Puede haber cientos de miles de millones de seres omnipresentes? Ciertamente, no. Entonces, ¿qué sucede con todos nosotros? Sois el único ; solo hay un Ser así, y ese Ser único sois vosotros. Detrás de esta pequeña naturaleza está lo que llamamos el alma. Solo hay un ser, una existencia, el siempre bendito, el omnipresente, omnisciente, el que no nació, el que no morirá. « Bajo su control el cielo se expande, el aire sopla, el sol brilla y todo vive. Él es la realidad en la naturaleza, Él es el alma de vuestra alma, es más, sois Él, sois uno con Él ». Dondequiera que haya dos, hay miedo, hay peligro, hay conflicto, hay contiendas. Cuando todo es uno, ¿a quién se puede odiar?, ¿contra quién se puede luchar? Cuando todo es Él, ¿contra quién se puede luchar? Esto explica la verdadera naturaleza de la vida, esto explica la verdadera naturaleza del ser. Esto es perfección, y esto es Dios. Mientras veáis a muchos, estaréis bajo el efecto de una ilusión. « Quien ve al uno en este mundo de muchos, quien ve al que nunca cambia en este mundo siempre cambiante como el alma de su propia alma, como su propio Ser, es libre, es bendecido, ha llegado al objetivo ». Por lo tanto, sabed que sois Él, que sois el Dios de este universo, « Tat Tvam Asi » (‘eso eres’). Todas estas diversas ideas de que yo soy un hombre o una mujer, un enfermo o una persona sana, fuerte o débil, qué odio o qué me encanta, si tengo poco de poder… no son más que alucinaciones. Olvidaos de ellas. ¿Qué os hace débiles? ¿Qué os hacer tener miedo? Vosotros sois el único Ser en el universo. ¿Qué os asusta? Poneos de pie y sed libres. Sabed que cada pensamiento y palabra que os debilitan en este mundo es el único mal que existe. Lo que sea que haga a los individuos débiles y el miedo son los únicos males que es necesario rehuir. ¿Qué puede asustaros? Si los soles se vienen abajo, las lunas son reducidas a polvo y sistemas y sistemas son empujados a la aniquilación, ¿qué os importa? Mostraos cual roca, indestructibles. Sois el Ser, el Dios del universo. Decid : « Yo soy existencia absoluta, dicha absoluta, conocimiento absoluto ; yo soy Él », y como un león que rompe su jaula, romped las cadenas y sed libres para siempre. ¿Qué os asusta? ¿Qué os detiene? Solo la ignorancia y el engaño ; nada más puede ataros. Sois el único puro, el siempre bendecido.
Son ingenuos quienes os dicen que sois pecadores, y quienes os dicen que os sentéis en un rincón a llorar. ¡Es locura, maldad, manifiesta bellaquería decir que sois pecadores! Todos vosotros sois Dios. ¿No veis a Dios y lo llamáis hombre? Por lo tanto, si os atrevéis, aferraos a eso : moldad toda vuestra vida en función de eso. Si una persona os corta la garganta, no digáis que no, porque estaréis cortando vuestra propia garganta. Cuando ayudéis a un pobre hombre, no sentáis el menor orgullo. Es una alabanza, no una causa de orgullo. ¿No sois vosotros todo el universo? ¿Dónde hay alguien que no sea vosotros? Sois el alma de este universo ; sois el sol, la luna y las estrellas ; sois quienes estáis brillando en todas partes ; sois el universo al completo. ¿A quién vais a odiar o reñir? Sabed, pues, que sois Él ; ajustad vuestra vida entera en consecuencia, ya que quien sea consciente de esto y modele su vida en consecuencia dejará de arrastrarse en la oscuridad.