Capítulo X: La libertad del alma #
Entregado en Londres el 5 de noviembre de 1896
El Katha Upanishad, que hemos estado estudiando, se escribió mucho más tarde que aquel al que nos vamos a referir ahora : el Chhandogya. Su lenguaje es más moderno, y su pensamiento, más organizado. En los antiguos Upanishads el lenguaje es muy arcaico, como el de la parte correspondiente a los cantos de los Vedas, y uno tiene que vadear a veces toda una masa de contenidos innecesarios para llegar a las doctrinas esenciales. La literatura ritual de la que hablamos, la cual forma la segunda parte de los Vedas, ha dejado una buena huella en este antiguo Upanishad, de tal forma que más de la mitad es todavía de tipo ritualista. Sin embargo, se puede obtener un gran beneficio estudiando los antiguos Upanishads. Se sigue el rastro, por así decirlo, del crecimiento histórico de las ideas espirituales. En los Upanishads más recientes, las ideas espirituales se han recogido y plasmado en un solo sitio ; por ejemplo, en el Bhagavad Gita, que se puede considerar como el último de los Upanishads, no se encuentra ningún indicio de estas ideas rituales. El Gita es como un ramo compuesto de las bellas flores de las verdades espirituales recogidas en los Upanishads. Pero en el Gita no se puede estudiar el surgimiento de las ideas espirituales, no se puede rastrear su fuente ; para ello, como muchos han señalado, se deben estudiar los Vedas. La gran idea de santidad que se ha atribuido a estos libros los ha preservado, más que cualquier otro libro en el mundo, de la mutilación. En ellos, los pensamientos en su nivel más alto y en su nivel más bajo han sido preservados ; lo esencial y lo no esencial, las enseñanzas más ennoblecedoras y las cuestiones más simples de detalle aparecen reunidos, porque nadie se ha atrevido a establecer una división. Los autores que los comentaron trataron de hacerlos más accesibles a fin de poder extraer maravillosas ideas nuevas de los contenidos antiguos ; trataron de extraer ideas espirituales incluso de los enunciados más comunes, pero los textos se mantuvieron y, como tales, son el estudio histórico más maravilloso que exista. Todos sabemos que en las escrituras de todas las religiones se hicieron cambios para satisfacer la creciente espiritualidad de los últimos tiempos ; una palabra se cambió aquí, se puso otra allá, y así sucesivamente. Probablemente, esto no se ha hecho con la literatura védica, o si alguna vez se hizo, es casi imperceptible. Así que tenemos esta gran ventaja : podemos estudiar los pensamientos en su significado original, observar cómo se desarrollan, cómo a partir de ideas materialistas más y más finas evolucionan ideas espirituales hasta que estas alcanzan su cumbre en la Vedanta. También podemos encontrar descripciones de algunos viejos usos y costumbres, las cuales no aparecen mucho en los Upanishads. El lenguaje utilizado es peculiar, lacónico, mnemotécnico.
Los autores de estos libros simplemente apuntaron estas líneas como ayuda para recordar ciertos hechos que se supone que ya eran bien conocidos. En una narración, que a lo mejor están contando, dan por sentado que es bien conocida por todos a quienes se están dirigiendo. Así, surge una gran dificultad : apenas conocemos el verdadero significado de cualquiera de estas historias, porque las tradiciones casi han desaparecido, y lo poco que queda de ellas ha sido muy exagerado. Se les han dado muchas nuevas interpretaciones, de modo que cuando los encontramos en los Puranas, ya consisten en poemas líricos. De la misma forma en que en Occidente nos encontramos en el desarrollo político de sus razas con el destacado hecho de que no pueden soportar una autoridad absoluta, que siempre están tratando de evitar que un hombre los gobierne, que están avanzando poco a poco hacia ideas democráticas e ideas de libertad física cada vez más elevadas, en la metafísica de la India se produce exactamente el mismo fenómeno en el desarrollo de la vida espiritual. La multiplicidad de dioses dio lugar a un Dios del universo, y en los Upanishads existe una rebelión aun en contra de ese único Dios. No solo era insoportable la idea de que muchos gobernadores del universo rigiesen sus destinos, sino que también era intolerable que existiera un individuo que gobernase este universo. Esto es lo primero que llama nuestra atención. La idea crece y crece, hasta que alcanza su punto culminante. En casi todos los Upanishads, encontramos que el clímax viene al final, que es el destronamiento de este Dios del universo. La personalidad de Dios se desvanece, la impersonalidad se produce. Dios ya no es una persona, ya no es un ser humano —por muy magnificado y exaltado— quien gobierna este universo ; se ha convertido en un principio consagrado en cada ser, inmanente en todo el universo. Sería ilógico pasar del Dios personal al impersonal y, al mismo tiempo, seguir considerando al ser humano como una persona. Así que el ser humano personal se descompone, y se construye el ser humano como principio. La persona es solo un fenómeno, el principio está detrás de ella. Así, desde ambos lados, nos encontramos al mismo tiempo con la ruptura de las personalidades y el acercamiento a los principios ; el Dios personal se acerca al impersonal, el ser humano personal se acerca al ser humano impersonal. Luego, se producen las etapas sucesivas de convergencia gradual de las dos líneas de avance del Dios impersonal y del ser humano impersonal. Los Upanishads encarnan las etapas que atraviesan estas dos líneas hasta que al fin se convierten en una ; la última palabra de cada Upanishad es : « Tú eres eso ». No hay más que un principio eternamente dichoso, y ese Uno se manifiesta como toda esta variedad.
Más tarde, vinieron los filósofos. El trabajo de los Upanishads parecía haber terminado en ese punto ; el siguiente fue tomado por los filósofos. Los Upanishads les dieron la estructura, y ellos tuvieron que revestirla. Por ello, naturalmente, surgieron muchas preguntas. Dando por sentado que no hay más que un principio impersonal que se manifiesta en todas las múltiples formas, ¿cómo es que el Uno se convierte en muchos? Es otra manera de formular la misma vieja pregunta que, en su forma más cruda, penetra en el corazón humano como el interrogante sobre la causa del mal, y así sucesivamente. ¿Por qué existe el mal en el mundo y cuál es su causa? Pero la misma pregunta se ha refinado, abstraído. Ya no se pregunta desde los sentidos por qué somos infelices, sino desde de la filosofía. ¿Cómo es que este principio único se multiplica? Y la respuesta —como ya lo hemos visto—, la mejor respuesta que la India ha producido es la teoría de Maya, según la cual en realidad no se ha multiplicado, en realidad no ha perdido nada de su verdadera naturaleza. La multiplicidad es solo aparente. El ser humano es solo aparentemente una persona ; pero en realidad es el ser impersonal. Dios es una persona solo en apariencia ; pero en realidad Él es el ser impersonal.
Incluso en esta respuesta se han producido etapas sucesivas y los filósofos han cambiado de opiniones. Todos los filósofos indios no han admitido la teoría de Maya, y posiblemente, la mayoría de ellos no lo haya hecho. Hay dualistas, defensores de un crudo dualismo, que no permiten que se les plantee la pregunta, sino que la sofocan en su mismo nacimiento. Estos dicen : « No tenéis derecho a hacer tal pregunta ; no tenéis derecho a pedir una explicación, pues es simplemente la voluntad de Dios, y tenemos que someternos a ella sin protestar. No hay libertad para el alma humana. Todo está predestinado : lo que debemos hacer, tener, disfrutar y padecer. Cuando llega el sufrimiento, es nuestro deber soportarlo con paciencia ; si no lo hacemos, seremos castigados aún más. ¿Cómo lo sabemos? Porque los Vedas así lo dicen ». Ellos tienen sus textos y sus significados, y quieren hacerlos valer.
Hay otros que, aunque no admiten la teoría de Maya, se sitúan a medio camino. Dicen que el conjunto de esta creación forma, por así decirlo, el cuerpo de Dios. Dios es el alma de todas las almas y de toda la naturaleza. En el caso de las almas individuales, la contracción viene de hacer el mal. Cuando una persona hace algo mal, su alma comienza a contraerse y su poder disminuye cada vez más, hasta que haga obras buenas, momento en que se expande de nuevo. Una idea parece ser común en todos los sistemas de la India, y creo que en todos los sistemas del mundo, lo sepan o no, y es lo que yo llamaría la divinidad del hombre. No hay un sistema en el mundo, ninguna religión verdadera que no sostenga la idea de que el alma humana, cualquiera que sea o cualquiera que sea su relación con Dios, es esencialmente pura y perfecta, independientemente de que sea expresada en el lenguaje de la mitología, de la alegoría o de la filosofía. Su verdadera naturaleza es la bienaventuranza y el poder, no la debilidad y la miseria. De una manera u otra, esta miseria se ha manifestado. Los sistemas crudos pueden llamarlo un mal personificado, un demonio, un ahriman, para así explicar cómo se manifiesta esta miseria. Otros sistemas pueden tratar de hacer un Dios y un diablo en uno, lo que, sin motivo alguno, hace a algunas personas miserables y a otras felices. Otros, más reflexivos, aceptan la teoría de Maya, y así sucesivamente. Pero un hecho destaca claramente : es esto con lo que tenemos que lidiar. Después de todo, estas ideas y sistemas filosóficos no son más que la gimnasia de la mente, ejercicios intelectuales. La única gran idea que me parece clara, que emerge a través de masas de superstición en todos los países y en todas las religiones, es la idea luminosa de que el hombre es divino, que la divinidad es nuestra naturaleza.
Cualquier otra cosa que surja es una mera superposición, como la Vedanta lo llama. Algo se ha superpuesto, pero esa naturaleza divina nunca muere. Tanto en el más degradado como en el más santo siempre está presente. Tiene que llamarse, y se desarrollará por sus propios medios. Tenemos que solicitarla, y así se manifestará.
Los pueblos de la antigüedad sabían que el fuego residía en el sílex y en la madera seca ; pero era necesaria la fricción para que surgiera. Así, este fuego de libertad y pureza es la naturaleza de cada alma, y no una cualidad, porque las cualidades pueden ser adquiridas y, por ende, no se pueden perder. El alma es una con la Libertad, una con la Existencia y una con el Conocimiento. El *Sat-Chit-Ananda *—Existencia-Conocimiento-Dicha Absoluta— es la naturaleza, la herencia del alma, y todas las manifestaciones que vemos son sus expresiones que, débil o brillantemente, se están manifestando. Incluso la muerte no es más que una manifestación de esa existencia real. El nacimiento y la muerte, la vida y la decadencia, la degeneración y la regeneración : todos son manifestaciones de esa Unidad. Así, el conocimiento, de cualquier forma en que se manifieste, ya sea como ignorancia o como aprendizaje, no es más que la manifestación de ese mismo chit, la esencia del conocimiento ; la diferencia es solo de grado, y no de tipo. La diferencia de conocimientos entre el gusano más bajo que se arrastra bajo nuestros pies y el mayor genio que el mundo pueda producir es solo de grado, no de tipo. El pensador que sigue la Vedanta audazmente dice que los disfrutes de esta vida, incluso las alegrías más bajas, no son más que manifestaciones de esa dicha divina, la esencia del alma.
Esta idea parece ser la más prominente de la Vedanta, y, como ya he dicho, me parece que cada religión la sostiene. Todavía tengo que conocer la religión que no lo haga. La única idea universal recogida en todas las religiones es que se ha de trabajar. Tomemos la Biblia, por ejemplo. Vemos la afirmación alegórica de que el primer hombre, Adán, era puro, y que su pureza fue obliterada después por sus malas acciones. De esta alegoría se deduce, claramente, que se pensaba que la naturaleza del hombre primitivo era perfecta. Las impurezas que vemos, las debilidades que sentimos, no son sino añadidos a esa naturaleza, y la historia posterior de la religión cristiana muestra que ellos también creen en la posibilidad, mejor dicho, tienen la certeza de recuperar ese viejo estado. Esta es toda la historia de la Biblia, del Antiguo y del Nuevo Testamento juntos. Lo mismo sucede con los musulmanes : también creían en Adán y la pureza de Adán, y por medio de Mahoma se abrió el camino para recuperar ese estado perdido. Y, de igual forma lo vemos con los budistas : creen en el estado llamado Nirvana, que está más allá de este mundo relativo. Lo mismo ocurre con el Brahmán de los seguidores de la Vedanta, y todo el sistema de los budistas está fundado en la idea de recuperar ese estado perdido del Nirvana. En todo sistema encontramos presente esta doctrina : no podemos conseguir nada que no sea ya nuestro ; no estamos en deuda con nadie en este universo. Podemos reclamar nuestros propios derechos de nacimiento, como lo ha expresado, muy poéticamente, un gran filósofo de la Vedanta, en el título de uno de sus libros : The attainment of our own empire1. Ese imperio es nuestro ; lo hemos perdido y tenemos que recuperarlo. Sin embargo, el mayavadi2 dice que esta pérdida del imperio era una alucinación, que nunca se perdió. Esta es la única diferencia.
Aunque todos los sistemas están de acuerdo, hasta ahora, en que teníamos ese imperio y que lo hemos perdido, nos dan consejos variados sobre cómo recuperarlo : unos dicen que hay que realizar ciertas ceremonias, pagar ciertas sumas de dinero a ciertos ídolos, comer ciertos tipos de alimentos, vivir de una manera peculiar… para recuperar ese imperio ; otros, que si lloramos, si nos postramos y pedimos perdón a algún ser de más allá de la naturaleza, recuperaremos ese imperio ; otros, que si amamos a un ser con todo nuestro corazón, recuperaremos ese imperio. Todos estos consejos varios se encuentran en los Upanishads. Conforme yo continúe, lo descubriréis. Pero el último y el mayor consejo es que no necesitamos llorar en absoluto, que no necesitamos participar en todas estas ceremonias, que no es necesario seguir ninguna indicación acerca de cómo recuperar el imperio porque nunca lo perdimos. ¿Por qué deberíais ir a buscar lo que nunca habéis perdido? Ya sois puros, libres. Si pensáis que sois libres, libres seréis en este momento ; y si pensáis que estáis atados, atados estaréis. Esta es una declaración muy audaz, y como dije al principio de este escrito, mi estilo ha de ser también audaz. Esto puede asustaros, pero cuando reflexionéis sobre ello, cuando lo comprendáis y lo apliquéis en vuestra propia vida, os daréis cuenta de que lo que digo es cierto. Porque si suponéis que la libertad no es vuestra naturaleza, de ninguna manera podréis ser libres. Si suponéis que erais libres y que, de alguna manera, perdisteis esa libertad, estaréis demostrando que no erais libres en un principio. Si erais libres, ¿qué pudo hacer que perdierais la libertad? Lo independiente no puede hacerse dependiente ; si es realmente dependiente, su independencia era una alucinación.
De las dos posturas, ¿cuál elegiríais? Si decís que el alma es por su propia naturaleza pura y libre, se desprende naturalmente que no había nada en este universo que pueda atarla o limitarla. Pero si existe algo en la naturaleza que puede unirse al alma, se deduce naturalmente que no es libre, y vuestra afirmación de que es libre es una ilusión. Así que, si es posible que nosotros alcancemos la libertad, la conclusión inevitable es que el alma es, por su propia naturaleza, libre. No puede ser de otra manera. Libertad significa independencia de cualquier exterior, y eso significa que no hay nada fuera de sí misma que pueda actuar sobre ella como una causa. El alma es sin causa, y de esto parten todas las grandes ideas que tenemos. No podéis establecer la inmortalidad del alma, a menos que reconozcáis que es libre por su naturaleza, o en otras palabras, que nada del exterior puede actuar sobre ella. La muerte es un efecto producido por una causa exterior. Puedo beber veneno y morir, mostrando así que algo exterior —el veneno— puede influir sobre mi cuerpo. Pero si es verdad que el alma es libre, se deduce naturalmente que nada puede afectarla, y que nunca puede morir. La libertad, la inmortalidad, la bienaventuranza ; todas dependen de que el alma esté más allá de la ley de la causalidad, más allá de este Maya. De estos dos, ¿cuál elegís? O hacéis de la primera una ilusión, o hacéis de la segunda una ilusión. Sin duda, voy a hacer de la segunda una ilusión. Está en más consonancia con todos mis sentimientos y aspiraciones. Soy perfectamente consciente de que soy libre por naturaleza, y no voy a admitir que esta esclavitud sea verdadera ni que mi libertad sea una ilusión.
Esta discusión se da en todas las filosofías, de una forma u otra. Incluso en las filosofías más modernas veréis que aparece la misma discusión. Existen dos partes. Una dice que no existe el alma, que la idea del alma es una ilusión producida por el tránsito repetido de partículas o materia, el cual provoca la combinación que se llama cuerpo o cerebro. La impresión de la libertad es el resultado de las vibraciones, de los movimientos y del tránsito continuo de estas partículas. Había sectas budistas que tenían la misma visión y se ilustra con este ejemplo : si un joven toma una linterna y la hace girar rápidamente, creará un círculo de luz ; ese círculo realmente no existe, porque la antorcha está cambiando de lugar en cada momento. No somos más que haces de pequeñas partículas que en su rápido torbellino producen la ilusión de un alma permanente. La otra parte afirma que en la rápida sucesión de pensamientos la materia se produce como una ilusión, y que en realidad no existe. Por un lado, se afirma que el espíritu es una ilusión, y por otro, que la materia es una ilusión. ¿Qué elegimos? Por supuesto, elegimos el espíritu y negamos la materia. Estos dos argumentos son similares, aunque el argumento espiritual es un poco más fuerte, porque nadie ha visto jamás lo que es la materia. Solo podemos sentirnos a nosotros mismos. Nunca conocí a un individuo que pudiera sentir la materia fuera de sí mismo. Nadie fue nunca capaz de « saltar » fuera de sí mismo. Por lo tanto, el argumento espiritual es un poco más fuerte. En segundo lugar, la teoría del espíritu explica el universo, mientras que el materialismo no, de ahí que la explicación materialista sea ilógica. Si se toman todas las filosofías y se analizan, veréis que se reducen a una o a la otra de estas dos posiciones. De esta forma, aquí también, en una forma más compleja, en una forma más filosófica, nos encontramos con la misma pregunta acerca de la pureza natural y la libertad. Un lado dice que la primera es una ilusión, y el otro, que el segundo es una ilusión. Y, por supuesto, estamos de acuerdo con el segundo lado, en la creencia de que nuestra esclavitud es un engaño.
La solución de la Vedanta es que no estamos atados, que ya somos libres. Y no solo esto, sino que decir o pensar que estamos atados es peligroso, es un error, es autohipnosis. Tan pronto como decís : « Estoy atado, soy débil, nadie puede ayudarme », ¡ay de vosotros!, pues os atáis una cadena más. No lo digáis, no lo penséis. He oído hablar de un hombre que vivía en un bosque y solía repetir día y noche : « Shivoham », ‘yo soy el Bendecido’, y un día un tigre se abalanzó sobre él y lo arrastró lejos para matarlo. La gente lo vio desde el otro lado del río, y pudieron escuchar su voz mientras se mantuvo en él, incluso cuando estaba en las propias fauces del tigre. Ha habido muchos hombres como él. Ha habido casos de hombres que han bendecido a sus enemigos mientras los cortaban en pedazos. « Yo soy Él, yo soy Él ; y así eres tú. Soy puro y perfecto, y también lo son todos mis enemigos. Tú eres Él, y yo también ». Esa es una posición de fuerza. No obstante, hay grandes y maravillosos aspectos en las religiones de los dualistas, por ejemplo, la maravillosa idea del Dios personal apartado de la naturaleza, al que adoramos y amamos. A veces, esta idea es muy placentera ; pero la Vedanta dice que lo placentero es algo parecido al efecto de un opiáceo, algo no natural. Trae debilidad a largo plazo, y lo que este mundo quiere hoy, más de lo que nunca antes lo quiso, es la fuerza. Es la debilidad, dice la Vedanta, la causa de toda la miseria en este mundo ; la debilidad es la causa del sufrimiento. Nos volvemos miserables porque somos débiles ; mentimos, robamos, matamos y cometemos otros delitos porque somos débiles ; sufrimos porque somos débiles ; morimos porque somos débiles. Donde no existe nada que nos debilite no existe la muerte ni la tristeza. Somos miserables debido a la ilusión. Renunciad a la ilusión y todo desaparecerá ; es simple y sencillo. A través de todas estas discusiones filosóficas y tremenda gimnasia mental llegamos a esta única idea religiosa, la más simple del mundo entero.
La Vedanta monista es la forma más simple de expresar la verdad. Enseñar el dualismo fue un tremendo error cometido en la India y en otros lugares, porque la gente no prestó atención a los principios últimos, sino que solo pensaron en el proceso, que, por cierto, es muy complejo. Para muchos, estas tremendas propuestas filosóficas y lógicas eran alarmantes. Pensaron que algo así no se podría hacer universal, que no podría llevarse a cabo en la vida práctica cotidiana, que bajo la apariencia de una filosofía así surgiría una vida de gran laxitud.
Yo no creo en absoluto que las ideas monistas predicadas al mundo puedan producir inmoralidad y debilidad. Por el contrario, tengo razones para creer que es el único remedio que exista. Si esto es verdad, ¿por qué dejar que la gente beba agua de la acequia cuando el río de la vida está fluyendo justo al lado? Si es verdad que todos ellos son puros, ¿por qué no enseñarlo, en este momento, a todo el mundo? ¿Por qué no enseñarlo con voz de trueno a cada persona que nace, a santos y pecadores, a hombres, mujeres y niños, al rey y al barrendero?
En este punto aparece una empresa grandiosa. Para muchos es muy alarmante, pero eso tan solo es debido a la superstición. Al comer todo tipo de alimentos malos y no digeribles, o al matarnos de hambre a nosotros mismos, nos volvemos incapaces de comer una buena comida. Hemos escuchado las palabras de debilidad desde nuestra infancia. Se oye a la gente decir que no creen en fantasmas ; pero, al mismo tiempo, hay muy pocos que no sientan un poco de escalofrío en la oscuridad. Se trata simplemente de una superstición. Lo mismo sucede con todas las supersticiones religiosas. Hay gente en este país que pensará que toda religión ha desaparecido si se les dice que no existe el diablo. Muchas personas me han preguntado : « ¿Cómo puede existir una religión sin un diablo? ¿Cómo puede existir una religión sin nadie que nos dirija? ¿Cómo podemos vivir sin que nadie nos gobierne? ». Nos gusta ser tratados así porque nos hemos acostumbrado a ello. No somos felices hasta que sentimos que alguien nos amonesta cada día. ¡La misma superstición! Pero por muy terrible que parezca ahora, llegará el momento en el que miraremos hacia atrás, cada uno de nosotros, y nos reiremos de cada una de esas supersticiones que cubrían el alma pura y eterna, y repetiremos con alegría, con la verdad y con fuerza : « Soy libre, era libre y siempre seré libre ». Esta idea monista procederá de la Vedanta, y es la única idea que merece vivir. Las escrituras pueden perecer mañana. A nadie le importa si esta idea destelló primero en los cerebros de los hebreos o en las personas que habitaban en las regiones árticas. Porque esta es la verdad y la verdad es eterna, y la verdad misma nos enseña que las propiedades especiales de cualquier individuo o nación son irrelevantes : seres humanos, animales y dioses son todos destinatarios de esta verdad. Dejemos que todos la reciban. ¿Por qué hacer la vida miserable? ¿Por qué dejar que la gente caiga en todo tipo de supersticiones? Yo daría diez mil vidas, si veinte de ellos renunciaran a su superstición. No solo en este país, sino también en la tierra de su nacimiento, si dices a la gente esta verdad, se asusta. Ellos dicen : « Esta idea es para los *sannyasins *que renuncian al mundo y viven en los bosques. Para ellos está bien, pero nosotros, pobres cabezas de familia, debemos tener todos algún tipo de temor, debemos tener ceremonias ».
Las ideas dualistas han gobernado el mundo suficiente tiempo, y este es el resultado. ¿Por qué no llevar a cabo un nuevo experimento? Puede que se necesiten siglos hasta que todas las mentes reciban el monismo. Pero ¿por qué no empezar ahora? Si hemos hablado de él a veinte personas, hemos hecho un gran trabajo. Existe una idea que a menudo choca con esta concepción, y es esta : « Está muy bien decir que yo soy el puro y el bendito, pero no puedo demostrarlo siempre ». Es verdad, el ideal es siempre muy duro. Cada niño que nace ve que el cielo se halla muy lejos, sobre su cabeza. Pero ¿es esta una razón por la cual no debamos mirar hacia el cielo? ¿Solucionaría algo el volverse hacia la superstición? Si no podemos obtener el néctar, ¿solucionaría algo el beber veneno? Porque no podamos comprender la verdad de inmediato, ¿nos ayudaría de alguna manera penetrar en la oscuridad y rendirnos ante la debilidad y la superstición?
No tengo nada que objetar en contra del dualismo en muchas de sus formas. Me gusta la mayoría de ellas, pero he de objetar en contra de toda forma de enseñanza que inculca la debilidad. Estas son las únicas preguntas que hago a cada hombre, mujer o niño cuando realizan un entrenamiento físico, mental o espiritual : ¿eres fuerte? ¿Sientes la fuerza? ; porque sé que solo la verdad da fuerza. Yo sé que la verdad da la vida ; nada más que ir hacia la realidad nos hará fuertes, y nadie alcanzará la verdad hasta que sea fuerte. Por lo tanto, cada sistema que debilita la mente nos hace supersticiosos, nos deprime, nos hace desear todo tipo de imposibilidades salvajes, misterios y supersticiones, y no me gusta porque su efecto es peligroso. Estos sistemas nunca traen nada bueno, hacen que la mente enferme ; la hacen débil, tan débil que con el tiempo será casi imposible recibir la verdad o vivir por ella. Por lo tanto, la fuerza es lo único necesario. La fuerza es la medicina para la enfermedad del mundo ; la fuerza es la medicina a la que los pobres deben recurrir cuando son explotados por el rico ; la fuerza es la medicina a la que el ignorante debe recurrir cuando es oprimido por los sabios ; y es la medicina a la que los pecadores deben recurrir cuando son explotados por otros pecadores. Y nada brinda tanta fuerza como esta idea de monismo, nada nos hace tan morales como esta idea del monismo. Nada nos hace trabajar tan bien como el asumir toda la responsabilidad nosotros mismos. Reto a cada uno de vosotros : ¿cómo os comportaríais si pongo a un pequeño bebé en vuestras manos? Toda vuestra vida cambiaría de momento ; seáis quienes seáis, deberíais volveros desinteresados en el acto. Renunciaréis a todas vuestras ideas criminales tan pronto como la responsabilidad se abalance sobre vosotros ; toda vuestra forma de ser cambiará. Así que si toda la responsabilidad descansa sobre nuestros propios hombros, nos encontraremos en nuestro estado más elevado. Cuando no tengamos a nadie hacia quien avanzar a tientas, diablo al que culpar ni Dios personal que lleve nuestras cargas, cuando solo nosotros seamos los responsables, alcanzaremos nuestro estado más elevado.
Soy responsable de mi destino, soy el portador de mi propio bien y soy el portador del mal. Yo soy el Puro y el Bendecido. Debemos rechazar todos los pensamientos que afirman lo contrario. « No tengo ni muerte ni miedo ; no tengo ni casta ni credo ; no tengo ni padre, ni madre ni hermano ; no tengo ni amigo ni enemigo, porque yo soy Existencia, Conocimiento y Bienaventuranza absoluta. Yo soy el Uno dichoso, yo soy el Uno dichoso. No estoy atado ni por virtud ni por vicio algunos, ni por la felicidad ni la miseria. Peregrinaciones, libros y ceremonias no me pueden atar. No tengo hambre ni sed ; el cuerpo no es mío, y no estoy sujeto a las supersticiones y la decadencia que proceden del cuerpo. Soy Existencia, Conocimiento y Bienaventuranza Absoluta. Yo soy el Uno dichoso, yo soy el Uno dichoso ».
Esta, dice la Vedanta, es la única oración que deberíamos tener. Esta es la única manera de llegar a la meta, de decirnos a nosotros mismos y de decirles a todos los demás que somos divinos. Y a medida que repetimos esto, la fuerza viene. El que se tambalea en un primer momento se hará más y más fuerte, y la voz aumentará de volumen hasta que la verdad se apodere de nuestros corazones ; correrá por nuestras venas y penetrará en nuestro cuerpo. La ilusión se desvanecerá conforme la luz se haga más y más resplandeciente. Se desvanecerá la ignorancia poco a poco, y entonces vendrá un tiempo en que todo lo demás habrá desaparecido y solo el sol brillará.