Realización

Capítulo VIII: Realización #

Entregado en Londres el 29 de octubre 1896

Voy a leeros acerca de uno de los Upanishads. Se llama el Katha Upanishad. Probablemente algunos de vosotros hayáis leído la traducción de Sir Edwin Arnold, llamada El secreto de la muerte. En nuestra última lectura vimos cómo la investigación que comenzó con el origen del mundo y con la creación del universo no pudo obtener una respuesta satisfactoria desde el exterior, y vimos cómo luego se volvió hacia el interior. Este libro toma psicológicamente esta sugerencia, cuestionando la naturaleza interna del ser humano. Se preguntó primero quién creó el mundo externo, y cómo llegó a existir. Ahora las preguntas son : ¿qué es ese ser humano?, ¿qué lo hace vivir y moverse?, ¿y qué es lo que sucede con él cuando muere? Los primeros filósofos estudiaron la sustancia material, y trataron de alcanzar lo último a través de ella. En el mejor de los casos, se encontraron con un gobernador personal del universo, un ser humano inmensamente magnificado, pero, en el fondo, preso de todos los esfuerzos y objetivos de un ser humano. Pero esa no podía ser toda la verdad ; a lo sumo, podía ser solo la verdad parcial. Vemos este universo como seres humanos, y nuestro Dios es nuestra explicación humana del universo.

Supongamos que una vaca fuera filósofa y que tuviera una religión ; entonces, tendría un universo vaca y una solución vaca del problema ; así, no sería posible que viera a nuestro Dios. Supongamos que los gatos se convirtieran en filósofos, que vieran un universo gato y que tuvieran una solución gato al problema del universo ; por tanto, un gato gobernaría dicho universo. A partir de esto, podemos ver que nuestra explicación del universo no es toda la solución, y que nuestra concepción tampoco cubre la totalidad del universo. Sería un gran error aceptar esa posición tremendamente egoísta que el ser humano tiende a tomar. Con esta dificultad, la solución al problema universal que podemos obtener de los trabajos externos es que, en primer lugar, el universo que vemos es nuestro propio universo particular, y nuestro propio punto de vista de la Realidad. Esa Realidad no podemos verla a través de los sentidos, no podemos comprenderla. Solo conocemos el universo desde el punto de vista de los seres con cinco sentidos. Supongamos que obtenemos otro sentido : el universo entero cambiaría para nosotros. Supongamos que tuvieramos un sentido magnético : es muy posible que encontrásemos millones y millones de fuerzas existentes que ahora no conocemos, y de las que no tenemos sentido o sentimiento. Nuestros sentidos son limitados, de hecho, muy limitados. Dentro de estas limitaciones existe lo que llamamos nuestro universo ; nuestro Dios es la solución a ese universo, pero no puede ser la solución a todo el problema. El ser humano no puede detenerse en este punto. Él es un ser pensante y quiere encontrar una solución que explique exhaustivamente todos los universos. Quiere ver un mundo que sea a la vez el mundo de los seres humanos, de los dioses y de todos los seres posibles, y encontrar una solución que explique todos los fenómenos.

Vemos que primero tenemos que encontrar el universo que incluye todos los universos ; debemos encontrar algo que, por sí mismo, sea el material que atraviesa todos estos diversos planos de existencia, lo aprehendamos a través de los sentidos o no. Si pudiéramos encontrar algo que conociéramos como la propiedad común de los mundos inferiores y de los mundos superiores, nuestro problema estaría resuelto. Incluso si por la fuerza pura de la lógica pudiéramos entender que debe de haber una base de toda la existencia, nuestro problema podría acercarse a algún tipo de solución ; pero sin duda, esta solución no se puede obtener solo a través del mundo que vemos y conocemos, ya que es únicamente una visión parcial de la totalidad.

Por tanto, nuestra única esperanza radica en una penetración más profunda. Los primeros pensadores descubrieron que cuanto más lejos estaban del centro, más marcadas eran las variaciones y diferenciaciones ; y que cuanto más se acercaban al centro, más cerca estaban de la unidad. Cuanto más cerca estamos del centro de un círculo, más cerca estamos del terreno común en el que se reúnen todos los radios ; y cuanto más lejos estamos del centro, más divergente es nuestra línea radial de las demás. El mundo exterior está muy lejos del centro, y por lo tanto no existe un terreno común en el que todos los fenómenos de la existencia puedan encontrarse. A lo sumo, el mundo exterior no es sino una parte de la totalidad de los fenómenos. Existen otros dominios : lo mental, lo moral y lo intelectual —los diversos planos de existencia—, y tomar solo uno para encontrar una solución a la totalidad, a partir de ese uno, es simplemente imposible. Por lo tanto, en primer lugar queremos encontrar algún lugar a partir de cuyo centro, por así decirlo, se inicien todos los otros planos de la existencia, y encontrándonos en ese lugar, debemos tratar de dar con una solución. Esa es la propuesta. ¿Y dónde está ese centro? Está dentro de nosotros. Los sabios antiguos penetraron más y más profundo, hasta que descubrieron que el núcleo más íntimo del alma humana es el centro de todo el universo. Todos los planos gravitan alrededor de ese punto. Ese es el terreno común, y solo estando en él podremos encontrar una solución común. Así, la pregunta « ¿quién hizo este mundo? » no es muy filosófica, ni lo es, en absoluto, su solución.

El Katha Upanishad habla en un lenguaje muy figurado. Existió, en la antigüedad, un hombre muy rico que hizo un cierto sacrificio que requería deshacerse de todo lo que tenía. No obstante, este hombre no era sincero : quería obtener la fama y la gloria de haber hecho el sacrificio, pero se deshizo únicamente de aquello que ya no le servía, como vacas viejas, estériles, ciegas y cojas. Tenía un hijo llamado Nachiketas. Este muchacho se percató de que su padre no estaba haciendo lo correcto, se dio cuenta de que estaba faltando a su voto ; pero no sabía qué decirle. En la India, el padre y la madre son dioses vivientes para sus hijos. De esta forma, el muchacho se acercó al padre con el mayor respeto y, humildemente, le preguntó : « Padre, como su sacrificio requiere que se deshaga de todo, ¿a quién va a entregarme? ». El padre se ofendió por esa pregunta y respondió : « ¿Qué quieres decir, muchacho? ¿Un padre que se deshace de su propio hijo? ». El muchacho repitió la pregunta una segunda y una tercera vez, así que el padre, enojado, respondió : « A ti te entregaré a la Muerte (Yama) ». Así, la historia continúa diciendo que el muchacho se presentó ante Yama, el dios de la muerte. Yama fue el primer hombre que murió. Subió al cielo y se convirtió en el gobernador de todos los Pitris. Todas las personas buenas que mueren van y viven con él durante mucho tiempo. Él es una persona muy pura, santa, casta y buena, como su nombre —Yama— lo implica.

Así, el muchacho fue al mundo de Yama. Pero incluso los dioses a veces no se encuentran en casa, de manera que el muchacho tuvo que esperar en aquel lugar durante tres días. Yama regresó al tercer día. « ¡Oh, aprendiz! —dijo Yama—. Has estado esperando aquí durante tres días sin comer, y eres un invitado digno de respeto. Saludos a ti, ¡oh, brahmán!, y prosperidad para mí. Lamento mucho no haber estado en casa. Pero por ello voy a enmendarme ; pídeme tres deseos, uno cada día ». Así, el muchacho le dijo : « Mi primer deseo es que la ira de mi padre desaparezca ; que sea amable conmigo y que me reconozca cuando me permitas irme ». Yama accedió totalmente. El siguiente deseo consistía en que quería saber más acerca de un sacrificio que llevara al cielo. Hemos visto que la idea más antigua que obtenemos de la *Samhita *de los Vedas solo se refiere a un cielo donde tenían cuerpos brillantes y vivían con los padres. Poco a poco, otras ideas surgieron, pero no eran satisfactorias : todavía se necesitaba algo más elevado. Vivir en el cielo no sería muy diferente de la vida en este mundo. A lo sumo, consistiría solo en llevar la vida de un hombre muy rico y muy sano, con multitud de goces para los sentidos y un cuerpo sano que no conocería la enfermedad ; sería este mundo material, aunque un poco más refinado. Hemos visto la problemática de que el mundo material externo no puede resolver el problema. De igual forma, no hay cielo que pueda resolver el problema. Si este mundo no puede resolver el problema, ninguna multiplicación de este mundo podrá hacerlo, porque siempre debemos recordar que la materia es solamente una parte infinitesimal de los fenómenos de la naturaleza. La mayor parte de los fenómenos que en realidad vemos no es materia. Por ejemplo, en cada momento de nuestra vida, una gran parte se desarrolla a través del pensamiento y los sentimientos, en comparación con los fenómenos materiales externos. ¡Cuán grande es este mundo interno, con su tremenda actividad! Los fenómenos sensibles son muy pequeños si se los compara con nuestro interior. El pensar en el cielo como la solución comete este error : se basa en que la totalidad de los fenómenos se reduce al tacto, el gusto, la vista, etc. Así, esta idea del cielo no satisfizo a todos. Sin embargo, el segundo deseo de Nachiketas es conocer un sacrificio a través del cual la gente pueda alcanzar este cielo. En los Vedas está presente la idea de que estos sacrificios agrandan a los dioses y llevan a los seres humanos al cielo.

Al estudiar todas las religiones, os daréis cuenta de que todo lo que es antiguo se convierte en sagrado. Por ejemplo, nuestros antepasados en la India acostumbraban escribir en corteza de abedul, pero con el tiempo aprendieron a hacer papel. Sin embargo, la corteza de abedul todavía es considerada como sagrada. Cuando los utensilios con los que solían cocinar antiguamente fueron mejorados, los tradicionales se volvieron sagrados, y en ningun sitio ha perdurado más esta idea que en la India. Los métodos antiguos, que deben tener nueve o diez mil años de antigüedad, tales como frotar dos palos para hacer fuego, todavía se siguen utilizando. En el momento del sacrificio ningún otro método servirá. De igual manera sucede con la otra rama de los arios asiáticos.

A sus descendientes modernos todavía les gusta obtener el fuego del rayo, mostrando que es lo que solían hacer para obtener el fuego. Incluso cuando conocieron otras costumbres, mantuvieron las antiguas, las cuales se volvieron sagradas. Igual con los hebreos. Acostumbraban escribir sobre pergamino ; ahora escriben en papel, pero el pergamino es sagrado. E igual sucede con todas las naciones. Cada rito que ahora se considera sagrado es simplemente una vieja costumbre, y el sacrificio védico es de esta naturaleza. Con el tiempo, conforme hallaban mejores maneras de vivir, sus ideas mejoraban ; pero estas antiguas formas se mantuvieron, y de vez en cuando se practicaban y recibían un significado sagrado.

Luego, un grupo de hombreshizo de estos sacrificios su profesión. Estos fueron los sacerdotes, para quienes los sacrificios lo eran todo, al tiempo que especulaban con ellos. Los dioses terminaron por disfrutar de la fragancia de los sacrificios, y se consideraba que todo en este mundo podía ser conseguido gracias al poder de los sacrificios. Si se realizaban determinadas oblaciones, si se cantaban ciertos himnos, si se construían ciertos altares altares, los dioses concederían todo. Así, Nachiketas quiso saber por medio de qué forma de sacrificio un hombre podía ir al cielo. Yama también le concedió prontamente su segundo deseo, y le prometió que tal sacrificio llevaría su nombre a partir de aquel momento.

A continuación, vino el tercer deseo, con el que comienza el Upanishad en sí. El muchacho dijo : « Existe esta dificultad : cuando un hombre muere, algunos dicen que sigue existiendo, y otros, que ya no existe. Deseo que me instruyas para que pueda comprenderlo ». Pero Yama estaba asustado. Le había agradado concederle los otros dos deseos. Esta vez, Yama dijo : « Esa cuestión desconcertaba a los dioses de la antigüedad. Esa sutil ley no es fácil de entender. Elije otro deseo, ¡oh, Nachiketas! ; no me presiones para obtener una respuesta sobre ello ».

El muchacho estaba determinado, y dijo : « Lo que has dicho es verdad, ¡oh Muerte! : que incluso los dioses tenían dudas sobre este punto, y no es cosa fácil de entender. Pero no puedo obtener otro maestro como tú, y no hay ningún deseo que iguale a este ».

La muerte dijo : « Pide hijos y nietos que vivan cien años, mucho ganado, elefantes, oro y caballos. Pide un imperio en esta tierra y vivir tantos años como desees. O elige cualquier otro deseo que pienses que iguale a estos : tener riqueza y una larga vida. O convertirte tú en el rey de toda la tierra, ¡oh, Nachiketas! Yo te haré el hombre que realice todos sus deseos. Pide todos esos deseos, pues son difíciles de obtener en el mundo. Estas doncellas celestiales con carros y música, que no deben ser obtenidas por el hombre, son tuyas. Deja que te sirvan, ¡oh, Nachiketas!, pero no me preguntes acerca de lo que viene después de la muerte ».

Nachiketas dijo : « ¡Oh, Muerte! Esas son solo cosas de un día que desgastan la energía de todos los órganos de los sentidos. Incluso la vida más larga es muy corta. Estos caballos y carros, estos bailes y canciones, pueden permanecer contigo. La riqueza no puede satisfacer al hombre. ¿Podemos retener la riqueza cuando estemos contigo? Viviremos solo mientras tú lo desees. No elijo ningún otro deseo más.

Yama se mostró satisfecho con esta respuesta, y dijo : « La perfección es una cosa, y el goce, otra ; ambos tienen fines diferentes, comprometen a los hombres de manera diferente. Quien elige la perfección se vuelve puro ; quien elige el disfrute pierde su verdadero fin. Tanto la perfección como el disfrute se presentan al hombre ; el sabio, al haber examinado ambas, distingue ambos. Él elige la perfección, ya que es superior al disfrute, pero el hombre insensato elige el disfrute por el placer de su cuerpo. ¡Oh, Nachiketas! Tras haber pensado en lo que solo es aparentemente deseable, sabiamente las has abandonado ». Entonces, la muerte procedió a enseñar a Nachiketas.

Ahora tenemos una idea muy desarrollada de la renuncia y de la moralidad védica, y es que hasta que uno conquiste los caprichos del disfrute, la verdad no brillará en él. Mientras estos deseos banales de nuestros sentidos estén clamando como si quisieran arrastrarnos hacia afuera en cada momento, haciéndonos esclavos de todo lo exterior —un poco de color, un poco de sabor, un pequeño roce—, a pesar de todas nuestras pretensiones, ¿cómo puede la verdad manifestarse en nuestros corazones?

Yama dijo : « Aquello que está más allá nunca surge en la mente de un niño irreflexivo y engañado por la locura de la riqueza. Y así, vienen una y otra vez hasta mí pensando : “Este mundo existe ; el otro, no”. Entender esta verdad es muy difícil. Muchos, incluso escuchándola continuamente, no la entienden, porque no solo el orador debe ser ducho, sino también el oyente. El maestro debe ser ducho, y el aprendiz, también. La mente tampoco debe ser perturbada con argumentos vanos, pues ya no es una cuestión de argumentos, sino una cuestión de hechos ». Siempre hemos escuchado que cada religión insiste en que tengamos fe. Se nos ha enseñado a creer ciegamente. Pues bien, sin duda, esta idea de la fe ciega es objetable ; pero analizándola, encontramos que detrás de ella existe una gran verdad. Lo que realmente significa es lo que leemos ahora. La mente no debe ser confundida con argumentos vanos, porque los argumentos no nos ayudarán a conocer a Dios. Es una cuestión de hechos, no de argumentos. Todos los argumentos y razonamientos deben basarse en ciertas percepciones. Sin ellos, no puede haber ningún argumento. El razonamiento es el método de comparación entre ciertos hechos que ya hemos percibido. Si estos hechos percibidos no existieran, no podría haber ningún razonamiento. Si esto se aplica a los fenómenos externos, ¿por qué no debería aplicarse a los internos? El químico combina ciertos productos químicos y se producen ciertos resultados. Esto es un hecho ; lo vemos, lo sentimos, y hacemos de esto la base sobre la que construimos todos los argumentos químicos. De igual manera sucede con la Física y con todas las otras ciencias. Todo conocimiento debe sostenerse en la percepción de ciertos hechos, y sobre ellos construimos nuestro razonamiento. Pero, curiosamente, la gran mayoría de la humanidad piensa, sobre todo en el momento actual, que tal percepción no es posible en la religión, y afirman que la religión solo puede ser aprehendida mediante argumentos vanos. Por lo tanto, se nos dice que no molestemos la mente con argumentos vanos. La religión es una cuestión de hechos, no de palabras. Tenemos que analizar nuestra propia alma y encontrar lo que existe en ella ; tenemos que entenderla y darnos cuenta de lo que se entiende. Eso es religión. Ninguna cantidad de palabras hará la religión. Por lo tanto, la cuestión de si hay un Dios o no nunca podrá ser probada mediante argumentos, porque los argumentos están tanto en un lado como en el otro. Pero si existe un Dios, Él está en nuestros corazones. ¿Alguna vez lo habéis visto? La cuestión de si este mundo existe o no aún no se ha decidido, y el debate entre los idealistas y los realistas es interminable. Sin embargo, sabemos que el mundo existe, que continúa. Nosotros solo cambiamos el significado de las palabras. Así, con todas las preguntas sobre la vida debemos llegar a los hechos. Existen ciertos hechos religiosos que, como en la ciencia externa, tienen que ser percibidos, y sobre ellos se construirá la religión. Por supuesto, la afirmación extrema de que hemos de creer en todos los dogmas de una religión es degradante para la mente humana. El ser humano que nos pide que creamos en todo se degrada a sí mismo, y si le creemos, nosotros también nos degradaremos. Los sabios del mundo solo tienen derecho a decirnos que han analizado su mente y que han encontrado estos hechos ; si nosotros hacemos lo mismo, también creeremos, pero no antes. Eso es todo lo que existe en la religión. Pero siempre debemos recordar esto : el noventa y nueve coma nueve por ciento de quienes atacan la religión nunca han analizado sus mentes, nunca han luchado para llegar a los hechos. Por lo tanto, sus argumentos no pueden perjudicar a la religión, al igual que no nos afectarían las palabras de un ciego que gritase : « Todos los que creéis en el sol sois unos ignorantes ».

Hemos de tener presente y aferrarnos a esta gran idea, la idea de la realización. Esta agitación, esta lucha y diferencia entre las religiones cesarán solo cuando entendamos que la religión no se encuentra en los libros ni en los templos. Es una percepción real. Solo la persona que ha percibido realmente el alma y a Dios es religiosa. No hay ninguna diferencia real entre el mayor gigante eclesiástico que puede hablar gracias a su posición y el materialista más ignorante y bajo. Todos somos ateos : confesémoslo. La mera afirmación intelectual no nos hace religiosos. Tomad a un cristiano, a un musulmán o a un seguidor de cualquier otra religión del mundo. Cualquier ser humano que realmente entienda la verdad contenida en el « Sermón de la montaña » será perfecto, y se convertirá en un dios inmediatamente. Sin embargo, se dice que existen muchos millones de cristianos en el mundo, aunque lo que se quiere decir es que la humanidad podrá, en algún momento, tratar de y entender ese sermón. Ninguno de esos veinte millones es un verdadero cristiano.

De la misma forma, se dice que que en la India existen trescientos millones de seguidores de la Vedanta ; pero si hubiera uno entre mil que comprendiese realmente la religión, este mundo no tardaría en cambiar enormemente. Todos somos ateos, y sin embargo, tratamos de luchar contra el individuo que lo admite. Todos estamos en la oscuridad ; la religión es para nosotros una mera afirmación intelectual, una simple charla, una mera nada. A menudo consideramos que un hombre es religioso si sabe hablar bien, pero esto no es religión. « Los maravillosos métodos de unión de palabras, los poderes retóricos y la explicación de los textos de los libros de diversas maneras son solo para el disfrute de los aprendices, pues eso no es religión ». La religión se manifiesta cuando comienza el entendimiento real en nuestra propia alma.

Ese será el amanecer de la religión, y solo entonces seremos morales. Ahora no somos mucho más morales que los animales ; solo nos regimos por los azotes de la sociedad. Si esta última declarara hoy : « No te castigaré si robas », nos abalanzaríamos sobre las propiedades de los demás. Es la policía quien nos hace morales ; es la opinión social la que nos hace morales, y realmente solo somos un poco mejores que los animales. Entendemos lo mucho que esto significa en el fondo de nuestros corazones, así que no seamos hipócritas. Confesemos que no somos religiosos y que no tenemos derecho a despreciar a los demás. Todos somos hermanos, y seremos verdaderamente morales cuando hayamos entendido la religión.

Si habéis visitado un determinado país y alguien os obliga a decir que no lo habéis visitado, en el fondo de vuestro corazón lo sabéis. Por lo tanto, cuando veáis la religión y a Dios con un significado más intenso que aquel con el que veis este mundo externo, nada será capaz de arrebataros vuestra creencia. En ese momento tendréis una fe verdadera. Esto es lo que se quiere decir con las palabras de vuestro Evangelio : « Si tuvierais fe del tamaño de un grano de mostaza » De esta forma conoceréis la verdad, porque os habréis convertido en la Verdad.

Esta es la consigna de la Vedanta : entended la religión, las palabras no servirán. Pero se hace con mucha dificultad. Él se ha escondido en el interior del átomo, ese Venerable Anciano que reside en el rincón más íntimo de cada corazón humano. Los sabios lo entendieron a través del poder de la introspección, y llegaron más allá de la alegría y de la miseria ; más allá de lo que llamamos virtud y vicio ; más allá de buenas y malas acciones ; más allá del ser y del no ser : quien lo ha visto ha visto la Realidad. Pero entonces, ¿qué sucede con el cielo? Era la idea de felicidad sin la infelicidad, es decir, lo que queremos son las alegrías de esta vida, sin sus penas. Esa es una idea muy buena, sin duda, y se manifiesta de manera natural ; pero es un error absoluto, porque no existe el bien absoluto, como tampoco existe el mal absoluto.

Todos hemos oído hablar de ese hombre rico de Roma que un día supo que solo le quedaban alrededor de un millón de libras, y dijo : « ¿Qué voy a hacer mañana? », y de inmediato se suicidó. Un millón de libras era pobreza para él. ¿Qué es la alegría? ¿Qué es el dolor? Es una cantidad que se desvanece, que se desvanece continuamente. Cuando yo era un niño, pensaba que podía ser cochero : habría sido el colmo de la felicidad para mí poder conducir. Ahora ya no lo creo. ¿A qué alegría os aferráis? Este es el único punto que todos debemos tratar de entender, y es una de las últimas supersticiones que nos abandona. Cada uno tiene su propia idea del placer. Yo he visto a una persona que no es feliz si no consume un trozo de opio cada día. Esa persona puede soñar con un cielo donde la tierra esté hecha de opio. Ese sería un cielo muy poco atractivo para mí. Una y otra vez, en la poesía árabe leemos acerca de un cielo con hermosos jardines surcados por ríos que no dejan de correr. He vivido la mayor parte de mi vida en un país donde hay demasiada agua ; muchas aldeas se inundan y miles de vidas se pierden cada año. Por lo tanto, mi cielo no tendría jardines surcados por corrientes de agua : preferiría una tierra donde cayera muy poca agua. Nuestros placeres siempre están cambiando. Si un joven sueña con el cielo, soñará con un cielo en el que tendría a una mujer hermosa. Cuando ese mismo joven se hace viejo, ya no quiere una esposa. Son nuestras necesidades las que hacen nuestro cielo, y el cielo cambia con el cambio de nuestras necesidades. Si tuviéramos un cielo como el que desean aquellos para quienes el disfrute de los sentidos es el objetivo de la existencia, entonces no progresaríamos. Esa sería la maldición más terrible, la que acabaría con nuestra alma. ¿No podemos aspirar a nada más? Un poco de llanto y de diversión, y después, ¡morir como un perro! ¡Con qué maldición condenáis a la humanidad cuando os aferráis a cosas así! Eso es lo que hacéis cuando lloráis por las alegrías de este mundo, porque no sabéis lo que es la verdadera alegría. La Filosofía no insiste en renunciar a las alegrías, sino en saber lo que en realidad es la alegría. El paraíso escandinavo es un lugar de tremenda lucha en el que todos se sientan ante Odín ; cazan un jabalío, y después parten a la guerra y se despedazan entre sí. Pero de una u otra manera, tras unas horas de dicha lucha, las heridas sanan, y los guerreros llegan a una sala en la que se encuentra el jabalí, asados, y tiene lugar una inmensa celebración. Entonces, el jabalí vuelve a su antigua forma, listo para ser cazado al día siguiente. Esto se parece mucho a nuestro cielo, ni una pizca peor, solo que nuestras ideas quizás sean un poco más refinadas. Queremos cazar jabalíes, y llegar a un lugar donde todos los goces continúen, tal y como los escandinavos imaginan que cazan el jabalí, que se lo comen todos los días y lo recuperan al día siguiente.

Ahora bien, la Filosofía insiste en que existe una alegría que es absoluta, que nunca cambia. Esa alegría no puede proceder de uno de los regocijos o placeres que tenemos en esta vida. Sin embargo, la Vedanta enseña que todo lo que es gozo en esta vida no es más que una partícula de esa verdadera alegría, porque esa es la única alegría que existe. Realmente, en cada momento estamos disfrutando de la felicidad absoluta, aunque encubierta, mal entendida y caricaturizada. Cualquier Bendición, bienaventuranza o alegría, incluso el gozo que siente el ladrón al robar, es una manifestación de la felicidad absoluta, solo que se ha oscurecido, confundido, por así decirlo, con todo tipo de sentimientos extraños, y es incomprendida. Pero para comprenderlo, tenemos que ir más allá de la negación, hasta ver el lado positivo ; tenemos que renunciar a la ignorancia y a todo lo que es falso, y entonces la verdad empezará a revelarse ante nosotros. Cuando hayamos comprendido la verdad, las cosas a las que renunciamos en un primer momento tomarán una nueva forma, aparecerán ante nosotros bajo una nueva luz y serán deificadas ; se habrán sublimado, y las entenderemos bajo su verdadera luz. No obstante, para entenderlas, primero tenemos que ver un mínimo destello de la verdad ; debemos renunciar a ellas al principio, para después recuperarlas deificadas ; tenemos que renunciar a todas nuestras miserias y tristezas, a todas nuestras pequeñas alegrías.

« Lo que todos los Vedas declaran, repetido en todos los rezos, el deseo de que los hombres lleven una vida de conciencia, te lo voy a decir yo en una palabra : Om ». Veréis que esta palabra, Om , es muy elogiada en los Vedas, cuyo significado se considera sagrado.

Yama responde a la pregunta : « ¿Qué ocurre con un hombre cuando su cuerpo muere? ». « El Sabio nunca muere, nunca nace ; surge de la nada, y nada surge de él. Nonato, Eterno, Perenne, este Anciano siempre resistirá a la destrucción del cuerpo. Si el asesino cree que puede asesinar, o el muerto piensa que está muerto, ninguno conoce la verdad, porque el Ser ni asesina ni es asesinado ». Una situación terrible. Me gustaría centrarais en el adjetivo de la primera línea : « sabio ». A medida que avancemos, veremos que el ideal de la Vedanta es que toda la sabiduría y toda la pureza ya están en el alma, expresadas de manera más o menos vaga (esa toda la diferencia). La diferencia entre un individuo y otro, y entre todas las cosas de toda la creación, no es de especie, sino únicamente de grado. Los antecedentes, la realidad de todo el mundo es el mismo Eterno, Siempre Bendecido, Siempre Puro y Siempre Perfecto Uno. Es el atman, el Alma, en el santo y en el pecador, en el feliz y en el miserable, en lo bello y lo feo, en los seres humanos y en los animales : es el mismo en todas partes, es el Resplandeciente. La diferencia es causada por el poder de expresión. En ocasiones se expresa más, y en otras, menos ; pero esta diferencia de expresión no tiene ningún efecto en el atman. No hay ninguna diferencia entre los cuerpos de dos personas, sin importar que, con sus vestidos, una enseñe más de su cuerpo que la otra : la diferencia solo reside en la forma de vestir. Hemos de recordar aquí que en toda la filosofía Vedanta no existe ni el bien ni el mal ; no son dos cosas diferentes, sino que lo mismo es bueno o malo, y la diferencia es solo de grado. Lo mismo que yo llamo placentero hoy, mañana podría llamarlo doloroso en otras circunstancias. El fuego que nos calienta también puede consumirnos, pero no es culpa del fuego. Por lo tanto, si el alma es pura y perfecta, la persona que hace el mal está mintiéndose a sí misma, no conoce su propia naturaleza. Incluso en el asesino el alma pura está ahí, no muere. Este fue su error, el no poder manifestarla, el haberla cubierto. En la persona que piensa que ha sido asesinada, el alma tampoco muere, es eterna. Nunca puede ser destruida. « Infinitamente más pequeño que lo más pequeño, infinitamente más grande que ello más grande, el Señor de todo está presente en lo más profundo de cada corazón humano. El sin pecado, privado de toda miseria, lo verá gracias a la misericordia del Señor ; también el sin cuerpo, que aún mora en el cuerpo ; y el sin espacio, que aún parece ocupar espacio. Infinita y Omnipresente : al saber que eso es el alma, los sabios nunca son miserables ».

« Este atman no puede ser descubierto mediante el poder de la palabra, ni mediante un gran intelecto, ni mediante el estudio de los Vedas ». Esta es una declaración muy audaz. Como Dijimos antes, los sabios eran pensadores muy audaces, y nunca se detuvieron ante nada. Recordaréis que en la India estos Vedas se encuentran en un lugar más elevado que el que ocupa la Biblia para los cristianos. Vuestra idea de la revelación es que un hombre fue inspirado por Dios ; pero en la India, la idea es que todo existe porque está en los Vedas. La creación procede de los Vedas. Todo lo que se llama conocimiento está en los Vedas. Cada palabra es sagrada y eterna : eterna como el alma, sin principio ni fin. La totalidad de la mente del Creador está en este libro, por así decirlo. Esa es la luz en la que se sostienen los Vedas. « ¿Por qué es esto moral? Porque los Vedas así lo dicen ». « ¿Por qué es esto inmoral? Porque los Vedas así lo dicen ». A pesar de esto, observad la audacia de estos sabios que proclamaron que la verdad no será encontrada mediante el estudio profundo de los Vedas. « El Señor se manifiesta ante el individuo con el que está complacido ». Pero entonces, la objeción que se puede adelantar es que se trata de algo parecido al partidismo. Como explica Yama : « Los que son malhechores, cuyas mentes no están en paz, nunca podrán ver la Luz. Este Ser se manifiesta ante quienes son honestos de corazón, puros en sus acciones y cuyos sentidos están controlados ».

Esta es una hermosa alegoría. Imaginad el Ser como un jinete, y el cuerpo como el carro ; el intelecto como el auriga, que domina las riendas, y los sentidos como los caballos. Aquel cuyos caballos están amaestrados y cuyas riendas están seguras en manos del auriga (el intelecto) llega a la meta, el Omnipresente. Pero aquel cuyos caballos (los sentidos) y riendas (la mente) no están va a la destrucción. Este *atman *presente en todos los seres no se manifiesta ante los ojos o los sentidos, sino a aquellos cuyas mentes se han purificado y refinado. Más allá de todo sonido y de toda visión ; más allá de la forma, absoluto ; más allá de todo gusto y tacto ; infinito, sin principio ni fin, incluso más allá de la naturaleza, se halla el Inmutable. Quien sabe de su presencia se libera de las garras de la muerte. Pero es muy difícil. Es, por así decirlo, como caminar por el filo de una navaja ; el camino es largo y peligroso, pero seguid luchando, no os desesperéis. Despertad y levantaos, no os detengáis hasta alcanzar la meta.

La única idea central de todos los Upanishads es la de la realización. Un gran número de preguntas surgirán de aquí y de allá, sobre todo para el ser humano moderno. Surgirá la cuestión de la utilidad, y habrá muchas preguntas mañas, pero en general, veremos que son nuestras conexiones pasadas las que nos empujan. La conexión de ideas ejerce una tremenda influencia en nuestra mente. Para quienes desde la infancia siempre han oído hablar de un Dios personal y de la personalidad de la mente, estas ideas, por supuesto, les parecerán muy severas y duras ; pero si piensan en ellas, se convertirán en parte de su vida y ya no sentirán miedo de ellas. La gran pregunta que generalmente surge es la utilidad de la Filosofía. La única respuesta a dicha pregunta es la siguiente : si en el mundo terrenal es bueno que los hombres busquen el placer, ¿por qué aquellos cuyo placer está en la especulación religiosa no podrían buscar lo mismo? Porque los goces de los sentidos agradan a muchos, que no dejan de perseguirlos ; pero puede haber otros a quienes no les agraden, los que quieran un mayor disfrute. El placer del perro está solo en comer y beber. El perro no puede entender el placer del científico que renuncia a todo, quien, tal vez, se detiene en la cima de una montaña para observar la posición de ciertas estrellas. El perro podría reírse de él y pensar que es un loco. Tal vez, este pobre científico nunca tuvo dinero suficiente ni siquiera para casarse, y vive de manera muy sencilla. Puede ser que el perro se ría de él. Pero el científico dice : « Mi querido perro, tu placer reside solo en el disfrute de los sentidos, y no sabes nada de lo que existe más allá ; pero para mí esta es la vida más placentera, y si tu tienes derecho a buscar el placer a tu manera, yo también tengo derecho a hacerlo en la mía ». El error es que queremos vincular a todo el mundo con nuestra forma de pensar y hacer de nuestra mente la medida de todo el universo. Quizás para vosotros el mayor placer sea lo sensorial ; pero mi fuente de placer no tiene por qué ser la misma que la vuestra, y cuando insistís en ello, se producen nuestras diferencias de opinión. Esa es la diferencia entre el individuo mundano utilitarista y el individuo religioso. El primero dice : « Mira lo feliz que soy. Tengo dinero, y no me preocupo por la religión. Es impenetrable, y estoy feliz sin ella ». Hasta aquí, todo bien, bien para los utilitaristas. Pero este mundo es terrible. Si una persona consigue la felicidad de la manera que sea, excepto hiriendo a sus semejantes, pues mucha suerte ; pero cuando esa persona viene a mí y dice : « Tú también deberías hacer lo mismo ; serías un tonto si no lo hicieras », le digo : « Estás equivocado, porque lo que es agradable para ti no tiene la menor atracción para mí. Si tuviera que ir tras un par de puñados de oro, ¡no merecería la pena vivir mi vida! Preferiría morir ». Esa es la respuesta que el individuo religioso daría. El hecho es que la religión solo está al alcance de quienes han roto toda relación con lo inferior, lo mundano. Debemos tener nuestras propias experiencias, debemos completar nuestra propia carrera. Solo cuando hayamos terminado esta carrera, se abrirá ante nosotros el otro mundo.

Los placeres de los sentidos a veces penetran en otra fase, que es peligrosa y tentadora. Siempre —en cualquier época, en cualquier religión— escucharemos la idea de que llegará un momento en que todas las miserias de la vida cesarán, quedando solo sus alegrías y sus placeres, y esta tierra se convertirá en un paraíso. Yo no lo creo. Esta tierra siempre será la misma. Es terrible afirmarlo, pero me temo que es así. La miseria del mundo es como el reumatismo crónico del cuerpo : afecta a una zona y se va a otra ; aliviad una zona, pero lo sentiréis en otra. Hagáis lo que hagáis, no podréis deshaceros de él. En los tiempos antiguos la gente vivía en los bosques y se comían unos a otros ; en los tiempos modernos no se comen unos a otros, pero sí se engañan. El engaño ha arruinado ciudades y países enteros. Esta situación no refleja mucho progreso. Yo no veo que lo que vosotros llamáis progreso en el mundo sea algo distinto de la multiplicación de los deseos. Si existe algo evidente para mí, es que los deseos traen consigo la miseria. Es el estado del mendigo, quien siempre está pidiendo algo y no puede observar nada sin el deseo de poseerlo ; siempre está anhelando, anhelando más y más. Si el poder de *satisfacer *nuestros deseos aumenta en progresión aritmética, el poder de nuestros deseos aumenta en progresión geométrica. La suma total de la felicidad y la miseria de este mundo es al menos la misma en todas partes. Si una ola se levanta en el océano, deja un hueco en algún lugar ; si un individuo conoce la felicidad, otro conocerá la desgracia, o tal vez, algún animal. La humanidad está aumentando en número mientras el de animales están disminuyendo. Los estamos matando y arrebatándoles su territorio ; estamos haciéndonos con todos sus medios de sustento. ¿Cómo podemos decir, entonces, que la felicidad está en aumento? El más fuerte se come al más débil, pero ¿creéis que el más fuerte va a ser muy feliz? No : van a empezar a matarse unos a otros. No veo cómo este mundo, en la práctica, podría convertirse en un paraíso. Los hechos están en contra. Y desde el punto de vista teórico, tampoco veo que sea factible.

La perfección es siempre infinita. Ya somos este infinito, y estamos tratando de manifestar este infinito. Vosotros y yo, y todos los seres, estamos tratando de manifestarlo. Hasta aquí, todo va bien. Pero, a partir de este hecho, algunos filósofos alemanes han comenzado a desarrollar una teoría peculiar : que esta manifestación se volverá más y más espiritual, hasta que alcancemos la manifestación perfecta, hasta que nos hayamos convertido en seres perfectos. ¿Qué se entiende por « manifestación perfecta »? Perfección significa infinito, y manifestación significa límite ; por tanto, significa que nos convertiríamos en seres infinitos y limitados, lo que es contradictorio en sí mismo. Tal teoría puede complacer a los niños, pero supone envenenar su mente con mentiras, y eso es muy perjudicial para la religión. Pero sabemos que este mundo es una degradación, que el ser humano es una degradación de Dios y que Adán cayó. No hay religión actual que no enseñe que el ser humano es una degradación. Se nos ha degradado al nivel del animal, y ahora estamos ascendiendo para liberarnos de nuestras cadenas. Pero nunca podremos manifestar completamente el Infinito en este mundo. Podemos luchar duro, pero llegará un momento en que veremos que es imposible ser perfectos en este mundo mientras estemos dominados por los sentidos. Luego, la marcha de regreso a nuestro original estado Infinito comenzará a sonar.

Esta es la renuncia. Tendremos que escapar de la dificultad invirtiendo el proceso por el cual llegamos a esta situación, y entonces, la moralidad y la caridad comenzarán. ¿Cuál es el lema de todos los códigos éticos? « Yo no, sino tú », y este « yo » es el resultado del Infinito que está detrás tratando de manifestarse en el mundo exterior. Este pequeño « yo » es el resultado, y tendrá que regresar y unirse al Infinito, a su propia naturaleza. Cada vez que decís : « Yo no, hermano, sino tú », estáis tratando de regresar, y cada vez que decís : « Yo, tú no », tomáis el camino incorrecto, el intentar manifestar el Infinito por medio del mundo de los sentidos. Esto es fuente de luchas y males al mundo, pero después de un tiempo, la renuncia tiene llegará, la renuncia eterna. El pequeño « yo » estará muerto y enterrado. ¿Por qué preocuparse tanto por esta pequeña vida? Todos estos vanos deseos de vivir y disfrutar de esta vida, aquí o en otro lugar, traen la muerte.

Si nos desarrollamos a partir de los animales, los animales también pueden ser seres humanos degradados. ¿Cómo sabemos que no es así? Vemos que la prueba de la evolución es simplemente esto : ver que una serie de cuerpos, desde el más bajo hasta el más alto, ascienden gradualmente en una escala. Partiendo de esta base, ¿cómo podéis insistir en que el sentido siempre es desde los que están más abajo hacia los que están más arriba y nunca al revés? El argumento se aplica en ambos sentidos, y si algo es cierto, es que los seres ascienden y descienden en la escala. ¿Cómo puede existir la evolución sin involución? Nuestra lucha por la vida superior demuestra que se nos ha degradado. Debe de ser así, solo que quizás habría que discutir acerca de los detalles. Siempre me aferro a la idea expuesta por Cristo, Buda y la Vedanta, y es que todos debemos alcanzar la perfección con el tiempo, pero solo al renunciar a esta imperfección. Este mundo no es nada. Es, en el mejor de los casos, simplemente una caricatura horrible, una sombra de la realidad. Tenemos que ir a la Realidad. La renuncia nos llevará a la misma. La renuncia es la base misma de nuestra vida verdadera ; solo cuando no pensamos en nosotros mismos podemos disfrutar de la bondad y de la vida auténtica. Este pequeño « yo » aislado debe morir. Entonces, veremos que nos encontramos en lo Real, y que la Realidad es Dios ; que Él es nuestra verdadera naturaleza, que Él está siempre en nosotros y con nosotros. Vivamos en Él y estemos en Él. Es el único estado gozoso de la existencia. La vida en el plano del Espíritu es la única vida : permitámonos tratar de alcanzar esta realización.