La Realización Espiritual, la Meta del Bhakti Yoga

Capítulo III: La Realización Espiritual, la Meta del Bhakti Yoga #

Para el bhakta, todos estos detalles áridos son solo necesarios para reforzar su voluntad y, aparte de esto, no tienen para él ninguna utilidad, pues él está hollando un camino capaz de conducirlo más allá de las regiones brumosas y agitadas de la razón, de llevarlo al reino de la realización. Pronto, por la gracia del Señor, el bhakta llega a un plano donde la razón, pedante e impotente, queda muy atrás y el mero tanteo intelectual en la oscuridad deja sitio a la luz de la percepción directa. Deja de razonar y creer, casi percibe. Ya no discute, siente. ¿No es esta visión de Dios, este sentir de Dios, este goce de Dios más grande que todo lo demás? Es más, no han faltado bhaktas que sostuvieran que es superior al mismo moksha, es decir, a la liberación. ¿Y no es esta, también, de la más grande utilidad? Existe gente en el mundo, y mucha, que está convencida de que solo es útil y provechoso lo que proporciona comodidad física al ser humano. La religión, Dios, la eternidad, el alma, nada de esto les es útil, pues no les reporta dinero ni comodidad física. Para ellos, todo lo que no gratifica los sentidos y aplaca los apetitos no tiene utilidad alguna. Sin embargo, en cada mente, la utilidad está condicionada a las necesidades particulares del individuo. Por lo tanto, los hombres que nunca se elevan por encima del comer, el beber, el procrear y el morir lo único que valoran es el goce de los sentidos y, de este modo, deben esperar y pasar por muchos nacimientos y reencarnaciones antes de aprender a sentir incluso la más ligera necesidad por algo más elevado. Pero aquellos para quienes los intereses eternos del alma tienen un valor mucho mayor que los intereses fugaces de esta vida mundana, para quienes la gratificación de los sentidos no es sino como los irreflexivos juegos de un bebé, para ellos, Dios y el amor a Dios forman la única y más elevada utilidad de la existencia humana. Gracias a Dios, todavía quedan tales hombres en este mundo donde hay tanto apego por lo mundano.

Como hemos visto, el bhakti yoga se divide en gauni, o etapa preparatoria, y parâ, o etapa suprema. Veremos, a medida que avancemos, cómo en la etapa preparatoria necesitamos inevitablemente varias ayudas concretas para progresar. Ciertamente, las partes mitológicas y simbólicas de todas las religiones son elementos naturales que pronto rodean al alma aspirante y la ayudan a llegar a Dios. Es también significativo el hecho de que los gigantes espirituales hayan sido producidos solo por los sistemas de religión en los cuales existe un aumento exuberante de mitología y ritualismo. Las secas formas de religión fanática que intentan erradicar todo lo que es poético, todo lo que es hermoso y sublime, todo lo que pueda ser un punto de apoyo firme para la mente infantil que marcha tambaleante hacia Dios; las formas que intentan romper las parhileras de nuestro refugio espiritual y que en sus concepciones ignorantes y supersticiosas de la verdad intentan alejar todo lo que es dador de vida, todo lo que suministra elementos nutritivos a la planta espiritual que crece en el alma humana; todas estas formas de religión pronto descubren que no les queda más que una cáscara vacía, un montón de sofismas y palabras sin contenido, tal vez con un ligero sabor a esa clase de carroñero social llamado espíritu de reforma.

Los pertenecientes a la gran mayoría, cuyas religiones son así, consciente o inconscientemente, son materialistas, pues la finalidad y la meta de sus vidas, aquí y en el más allá, es el placer. Ciertamente, este es para ellos el alfa y omega de la vida humana y su ishtâpurta. Los trabajos como los de barrendero y basurero, hechos para el confort material del hombre, son, según ellos, el todo y fin de todo de la existencia humana. Y cuanto antes se muestren como son en realidad los seguidores de esta curiosa mezcla de ignorancia y fanatismo y se unan, como merecen hacer, a las filas de ateos y materialistas, mejor será para el mundo. Una onza de práctica de rectitud y de propia realización espiritual vale más que toneladas de charla frívola y sentimientos absurdos. Mostradnos tan solo un genio espiritual gigantesco que haya salido de todo este seco polvo de ignorancia y fanatismo y, si no podéis, cerrad vuestras bocas, abrid las ventanas de vuestro corazón a la clara luz de la verdad y sentaos como niños a los pies de aquellos que saben de lo que hablan: los sabios de la India. Escuchemos con atención lo que dicen.