Capítulo IV: La Necesidad de un Gurú #
Toda alma está destinada a volverse perfecta y todo ser alcanzará finalmente el estado de perfección. Todo lo que somos ahora es el resultado de nuestras acciones y pensamientos del pasado y todo lo que seremos en el futuro será el resultado de lo que pensamos y hacemos ahora. Pero el crear nosotros nuestro propio destino no excluye el que podamos recibir ayuda exterior, más aun, en la gran mayoría de los casos, dicha ayuda es absolutamente necesaria. Cuando ella viene, las posibilidades y los poderes superiores del alma son estimulados, la vida espiritual despierta, se activa el crecimiento y el hombre termina siendo santo y perfecto.
Este impulso acelerador no puede extraerse de los libros. El alma solo puede recibir impulso de otra alma y de nada más. Podemos estudiar libros durante toda nuestra vida, podemos volvernos muy eruditos, pero al final descubriremos que no nos hemos desarrollado espiritualmente. No es cierto que el desarrollo intelectual de un orden superior vaya a la par con un desarrollo en la misma proporción del lado espiritual del hombre. Al estudiar los libros, a veces nos engañamos y creemos que, mediante el estudio, obtenemos ayuda espiritual, pero, si analizamos los resultados en nosotros mismos, veremos que, como mucho, es nuestro intelecto el que ha sacado provecho del estudio y no nuestro espíritu. El hecho de que los libros no sean adecuados para avivar el crecimiento espiritual es la razón por la cual, aunque seamos capaces de hablar maravillosamente sobre temas espirituales, nos encontramos con tan tremendas deficiencias cuando se trata de actuar y de vivir una verdadera vida espiritual, Para poder avivar el espíritu, el impulso debe venir de otra alma.
A la persona de cuya alma viene dicho impulso se a llama gurú, es decir, maestro, y a la persona hacia cuya alma se dirige el impulso se la llama shishya, que significa discípulo. Para que se transmita tal impulso a un alma, en primer lugar, el alma de la que procede debe tener el poder de transmitirlo a otras. En segundo lugar, el alma a la cual se transmite debe estar preparada para recibirla. La semilla debe estar viva y el suelo debe estar ya labrado. Cuando estas dos condiciones se cumplen, se produce un maravilloso desarrollo de genuina religión. «El verdadero predicador religioso debe estar maravillosamente capacitado y el que le escucha debe ser listo» आश्चर्यो वक्ता कुशलोऽस्य लब्धा; y, cuando ambos son verdaderamente maravillosos y extraordinarios, resulta un espléndido despertar espiritual y no en otro modo. Solo estos son los verdaderos maestros y solo estos son los verdaderos discípulos, los verdaderos aspirantes. Los demás tan solo juegan con la espiritualidad. Se despierta en ellos un poco de curiosidad, un poco de aspiración intelectual, pero están meramente situados fuera del horizontes religioso. Sin duda, esto tiene cierto valor, ya que, con el tiempo, puede resultar en el despertar de una verdadera sed de religión; y es una misteriosa ley de la naturaleza, que, tan pronto como el terreno es propicio, la semilla debe venir y viene. En cuanto un alma tiene ardientes anhelos de religión, aquel que transmite la fuerza religiosa debe aparecer y aparece, para ayudar a dicha alma. Cuando el poder que atrae la luz de la religión es abundante y fuerte en el alma receptora, el poder que responde a esta atracción y envía la luz llega como algo natural.
Sin embargo, hay en el camino ciertos grandes peligros. Existe, por ejemplo, el peligro de que el alma receptora confunda las emociones momentáneas con una verdadera aspiración religiosa. Podemos estudiar esto en nosotros mismos: más de una vez en el curso de nuestra vida hemos asistido a la muerte de alguien a quien queremos; recibimos un golpe, sentimos que el mundo se desliza entre nuestros dedos, que necesitamos algo más seguro y superior y que debemos hacernos religiosos. A los pocos días, cesa esta ola de sentimientos y nos encontramos encallados en el mismo lugar donde estábamos antes. Todos cometemos el error de tomar estos impulsos por una sed religiosa real. Sin embargo, mientras confundamos así estas emociones momentáneas, el ansia continua y real del alma por la religión no vendrá y no encontraremos el verdadero trasmisor de la espiritualidad en nuestra naturaleza. De este modo, cuando nos sintamos tentados de quejarnos porque nuestra búsqueda de la verdad, que tanto deseamos, nos resulta vana, en lugar de lamentarnos así, nuestro primer deber es bucear en nuestra alma y ver si el ansia del corazón es real. Entonces veremos que, en la gran mayoría de los casos, no estábamos preparados para recibir la verdad, que no teníamos una verdadera sed de espiritualidad.
En cuanto al que trasmite, el gurú, hay peligros más grandes todavía. Hay muchos que, aunque sumergidos en la ignorancia, tienen tal orgullo en sus corazones que imaginan saberlo todo, y no se detienen ahí, sino que se ofrecen para llevar a otros sobre sus hombros. Así, el ciego guía al ciego y ambos caen a la zanja.
अविद्यायामन्तरे वर्तमानाः स्वयं धीराः पण्डितम्मन्यमानाः । दन्द्रम्यमाणाः परियन्ति मूढा अन्धेनैव नीयमाना यथान्धाः ॥
*«Necios que moran en la oscuridad, sabios en su propia arrogancia e hinchados de vano conocimiento, dan vueltas y vueltas, tropezando aquí y allí, como ciegos conducidos por ciegos» *
—Katha-upanishad I.ii.5
El mundo está lleno de ellos.¡Cada uno quiere ser maestro; cada mendigo quiere donar un millón de dólares! Así como son de ridículos estos mendigos, lo son también tales maestros.