Capítulo IX: El Ideal Elegido #
Lo siguiente que debe considerarse es lo que conocemos como ishta-nishthâ. Aquel que aspira a ser bhakta debe saber que «cada opinión es un camino diferente»; debe saber que todas las sectas de las diversas religiones son manifestaciones diferentes de la gloria del mismo Señor. «Ellos Te llaman por tantos nombres; Te dividen, por así decirlo, en nombres diferentes y, sin embargo, en cada uno de ellos se puede encontrar Tu omnipotencia […]. Tú llegas al devoto a través de todos esos nombres y no hay ningún momento especial hasta que el alma siente un intenso amor por Ti. Tú eres tan fácil de alcanzar. Mi desgracia es no poder amarte». Además, el bhakta debe cuidarse de no odiar, ni siquiera criticar a los radiantes hijos de la luz que son los fundadores de las diversas sectas y tampoco debe oír hablar mal de ellos. Ciertamente, son muy pocos los que poseen a la vez una compasión amplia y una capacidad de aprecio, unidas a un amor intenso. Por regla general, vemos que las sectas liberales y compasivas pierden la intensidad de su sentimiento religioso y que en sus manos la religión es propensa a degenerar en un tipo de vida de club político-social. Por otro lado, los sectarios sumamente estrechos de miras, mientras manifiestan un amor admirable por sus propios ideales, demuestran haber adquirido cada partícula de este amor del odio a todos los que no tienen exactamente la misma opinión que ellos.¡Quisiera Dios que este mundo estuviera lleno de hombres, cuya simpatía por el mundo entero fuera tan intensa como su amor! Pero hay muy pocos hombres así y además se encuentran alejados entre sí. Sin embargo, sabemos que es factible educar grandes grupos de seres humanos en un ideal que combine maravillosamente la amplitud y la intensidad del amor; y la manera de hacer esto es mediante la senda del ishta- nishta, o de la «firme devoción al ideal elegido». Todas las sectas de todas las religiones presentan un único ideal propio de la humanidad, pero la eterna religión vedanta abre a la humanidad un sinfín de puertas para entrar en el templo íntimo de la divinidad y ofrece al hombre un despliegue casi inagotable de ideales, en cada uno de los cuales existe una manifestación del Eterno Uno. Con el más cariñoso afán, la vedanta indica a los hombres y mujeres aspirantes los diferentes caminos que han tallado en la sólida roca de las realidades de la vida humana los hijos gloriosos o las manifestaciones humanas de Dios en el pasado y en el presente y permanece con brazos abiertos para dar la bienvenida a todos, incluso a los que todavía no han nacido, a esa casa de la verdad y ese océano de dicha en los que el alma humana, liberada de la red de la mâyâ, puede transportarse con total libertad y alegría eterna.
El bhakti yoga, por lo tanto, nos da la orden imperativa de no odiar ni negar la existencia de ninguno de los diferentes senderos que conducen a la salvación. No obstante, la planta que crece debe ser rodeada con un seto para protegerla hasta que se haya convertido en árbol. La tierna planta de la espiritualidad morirá si se la expone demasiado pronto a la acción de un cambio constante de ideas y de ideales. Se ve mucha gente que, en nombre de aquello que puede llamarse liberalismo religioso, alimenta su ociosa curiosidad con una sucesión continua de ideales diferentes. Para ellos, el oír nuevas cosas se convierte en una especie de enfermedad, una clase de obsesión religiosa equiparable a la del borracho con el alcohol. Desean oír cosas nuevas para sentir una excitación nerviosa pasajera y, cuando una de estas influencias excitantes ha producido en ellos su efecto, están preparados para buscar otra. La religión es, para estas personas, una especie de opio intelectual y ahí termina todo. Bhagaván Ramakrishna dice: «Hay otra clase de hombre que es como la ostra de la leyenda. La ostra deja su lecho en el fondo del mar y sube a la superficie para atrapar una gota de agua de lluvia cuando la estrella Svâti está en el ascendente. Se deja flotar en la superficie del mar con sus conchas bien abiertas hasta que logra atrapar una gota de agua de lluvia y entonces se sumerge y desciende hasta el fondo, donde se queda hasta conseguir transformar la gota de agua una maravillosa perla».
Esta es en verdad la manera más poética y contundente con que jamás haya sido presentada la teoría de ishta-nishta. La eka-nishta, o devoción a un solo ideal, es absolutamente necesaria para el principiante en la práctica de la devoción religiosa. Él debe decir como Hánuman en el Râmâyana: «Aunque sé que el Señor de Shri y el Señor de Jânaki son dos manifestaciones del mismo Ser Supremo, mi todo es Rama, el de los ojos de loto». O, como decía el sabio Tulsidas, debe decir: «Acepta la bondad de todos, siéntate con todos, toma el nombre de todos y di que sí, pero mantente firme en tu sitio». Entonces, si el aspirante a la devoción es sincero, de esa pequeña semilla crecerá un gigantesco árbol como un baniano de la India del que saldrán ramas y raíces en todas direcciones, hasta cubrir totalmente el campo entero de la religión. De este modo, el verdadero devoto se dará cuenta de que Aquel que era el ideal exclusivo de su vida es adorado en todos los ideales por todas las sectas, bajo todos los nombres y a través de todas las formas.